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16 de julio

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16 julio

Estamos terminando la Asamblea General en Limonest. Están siendo días intensos. “Al ir iba llorando, llevando la bolsa de semilla; al volver vuelvo cantando, llevando sus gavillas” (Sal 126,6).

Se me hizo muy cuesta arriba la venida a Limonest, pero estoy contento de haber venido. Estos días han supuesto una inmersión pradosiana en la que he conocido un poco más al Prado a través de las reuniones, las “conversaciones de carretera y pasillo”, los testimonios, los lugares pradosianos o los encuentros; lo he conocido mejor en su hondura divina y en sus límites humanos; en su pluralidad de lugares y acentos; en su presente y en su historia. Y lo he amado un poco más por sus personas, sus apoyos, sus compromisos, sus proyectos y su organización; pero, sobre todo, porque he sentido que me enraizaba en la llamada de Dios, porque me ha hecho sentirme parte de una de las pequeñas grandes obras de Dios. El conocimiento y el amor me piden una respuesta de servicio humilde al Prado desde mi equipo y desde el consejo regional.

Venía para participar en una asamblea en la que escuchar la situación de los distintos prados del mundo, elegir a los responsables del Prado General y establecer unas líneas de acción para los próximos años. Pero todo ello me ha filtrado la llamada y la acción de Dios en medio de su Iglesia. Como un regalo inesperado. “El Señor ha estado grande con nosotros” (Sal 126,3).

Manu de las Fuentes