Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo - C

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Estudio de Evangelio de José María Tortosa Alarcón

UN REY Y UN REINADO MUY PECULIAR

Con la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, llegamos al final del año litúrgico en el que nos ha acompañado el Evangelista San Lucas. Domingo tras domingo, hemos celebrado el misterio Pascual de Cristo, hemos alimentado nuestra fe en las Escrituras y en el sacramento eucarístico, gustando el gozo de la presencia de Cristo y el encuentro con Él. También se nos ha invitado a compartir oración y los bienes a favor de los pobres y necesitados, a su vez que hemos sido invitados a dar testimonio alegre y entusiasmado de nuestra identidad y pertenencia a la Iglesia santa y pecadora a la vez, una Iglesia en constante reforma, una iglesia que no tiene miedo a experimentar cosas nuevas.

Es la eucaristía la acción de gracias por excelencia al Padre por toda la historia salvífica centrada y unificada en el misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado. En ella sacamos fuerzas para mantenernos centrados en Cristo y firmes en la evangelización, experimentando nuestras limitaciones y nuestros fracasos, así como los logros en la búsqueda de la paz, la solidaridad, la fraternidad, la justicia y la identidad con Cristo nuestro Señor de cielo y tierra, rey del universo.

Si allá por el Adviento, San Lucas, nos invitaba a fijar la mirada en el Señor que llega con la paz y la liberación, a ver en Jesús la misericordia de Dios que se hace presente entre los pobres, con un estilo de vida pobre, guiado por la oración y la fuerza del Espíritu Santo; ahora que culminamos el ciclo litúrgico, nos toca analizar el camino que hemos recorrido con Él y ver qué actitudes hemos cambiado y en qué momentos hemos salido a su encuentro y, si en algo hemos cambiado nuestra vida. No se si podremos decir como uno de los malhechores le dijo a Jesús en la cruz: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey” (Lc 23,35-43). Es una petición esperanzada del que se siente arrepentido y pide perdón, además de sentirse presente ante el autor de la vida y la muerte de una manera peculiar y única.

Al igual que, con el nacimiento de Jesús en el pesebre, toda persona, fuese de la condición que fuese, tenía acceso a Él sin protocolos ni listas de espera, sin trajes de gala, ni adornos superfluos, también Jesús, colgado de un madero con los brazos abiertos, nos acoge a todos y permite llegar a su Reino sin límites ni fronteras, salvo aquellas que yo propiamente me impongo. Con todo esto, San Lucas, ha roto todas las expectativas mesiánicas de muchos y ha puesto en cuestión la vivencia de la fe que ello provocaba. De aquí la importancia que tiene el clarificar la comprensión que tengamos de la manera de ser Rey Jesús, pues ello condiciona la vivencia de la fe. Quizás el excesivo lujo con el que seguimos vistiendo y adornando nuestros cristos y vírgenes para presentarlos ante el pueblo, resulten un escándalo para la vivencia de la fe y para muchos pobres que sufren y mueren de hambre. No es con el poder, ni con las armas, ni con la violencia como el mundo y las relaciones humanas cambiarán, sino con el amor total, hasta dar la vida. He aquí una forma original de ser rey y de tener parte en ese Reino: Amor y Servicio, actitudes básicas que suponen sensibilidad para escuchar al otro, “te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).

“La muerte de Jesús empieza a dar sus frutos: las puertas del paraíso quedan abiertas desde ahora de par en par para todos los que le reconozcan como rey, sea cual sea su pasado” (F. Ulibarri). Con esta esperanza trabajamos en la superación de todo mal, de todo dolor humano, de toda persona que ha caído en la droga, la marginación, la desesperanza o falta de sentido en la vida. Con esta esperanza de sentir a Jesús cerca y dispuesto a perdonar (“perdónalos, Señor, porque no saben lo que se hacen”), vivimos la fe en medio de los conflictos propios de cada día y, en la Iglesia que nos acoge con sus tristezas y sus gozos porque “vamos alegres a la casa del Señor” (Sal 121).

José Mª Tortosa Alarcón. Presbítero de la Diócesis de Guadix-Baza.                 Parrochia Santa Maria del Soccorso en Roma

 

PREGUNTAS:

  1. ¿Qué puedo destacar como significativo en mi vida de fe al final del ciclo litúrgico?
  2. ¿Qué retengo de todo el Evangelio de Lucas como motivador para mi fe?
  3. ¿A qué me compromete el proclamar a Jesús Rey del Universo?