El estudio de Jesucristo en el evangelio

Categoría de nivel principal o raíz: Claves Pradosianas
Visto: 4674

  De la formación que A. Chevrier recibió en el seminario destaca un gran amor a las sagradas Escrituras.  En una serie de fichas para la predicación que el seminarista redacta a partir de 1847 y en sus primeros sermones de Saint-André encontramos numerosas citas bíblicas.

 

Sin embargo, sólo en 1857 emprende lo que en adelante será su ocupación principal: el estudio de Evangelio.  Las experiencias de 1856 que tanto le marcan, le orientan decididamente hacia las Escrituras.  En un primer "reglamento de vida" dice: "...Estudiar a Jesús en su vida mortal, en su vida eucarística, éste será todo mi estudio.  Imitar a Jesús será todo mi anhelo, el único objeto de mis pensamientos, la finalidad de todas mis acciones..." (Ms 10/1c 3)

 

Para A. Chevrier, estudiar el Evangelio o, mejor dicho, estudiar a Nuestro Señor Jesucristo no tiene ante todo una connotación intelectual.  Implica buscar en la palabra de Dios, sobretodo en los evangelios y en todo el nuevo Testamento al Misterio de una persona viva, objeto de fe y de amor.  Y su deseo de estudiar a Jesucristo en la Eucaristía sitúa su aproximación al texto bíblico en el contexto eclesial y apostólico: no olvidemos que A. Chevrier predica y catequiza sobretodo en función de la Eucaristía, ya sea preparando para la primera comunión, ya sea ayudando a comprender y a vivir la santa misa.

 

Así emprende su primer estudio de Evangelio.  Su esquema, que irá desarrollando el resto de su vida, consiste en: las enseñanzas de Jesucristo, su divinidad, los combates de Jesús contra las fuerzas que se le oponen, la unión con Jesucristo, Jesucristo nuestro Modelo.  El estudio termina con unas consideraciones sobre "...la santa locura del verdadero discípulo de Jesucristo: locura en la pobreza, la mortificación, la caridad..." (Ms 2/5a 122-123).  Ahí tenemos el primer indicio de la trilogía fundamental: Encarnación, Redención y Eucaristía, que marcará tanto su espiritualidad apostólica.

 

A. Chevrier trabajaba la Biblia a partir de su intuición original, siguiendo un hilo conductor progresivo.  El método de la mayoría de estudios era muy simple: en una parte de la página y más tarde en una columna central acumulaba los textos bíblicos sobre el tema trabajado: en la parte superior o en una columna a la izquierda escribía unos títulos que implicaban ya una primera interpretación.  A la derecha solía poner comentarios personales, otras referencias a las Escrituras, remitiendo algunas veces a algunos autores de teología o espiritualidad.  La mayoría de sus estudios de Evangelio era reelaborado luego en nuevas síntesis, después de una reflexión laboriosa y de intensa plegaria.

 

El estudio de Evangelio ocupa la mayor parte de sus escritos, tanto de su propia mano (más de seis mil páginas) como de la mano de copistas a quienes señalaba los textos que debían transmitir (más de catorce mil páginas).  A.Chevrier estudia las Escrituras en función de su vida personal y de su proyecto apostólico.  El Evangelio le proporcionaba el fundamento sobre el cual edificar una vida de perfección con la adhesión vital al Misterio de Jesucristo conocido y amado a través de su estudio animado por el Espíritu. El mismo Jesucristo a quien se unía por la oración y de quien se recibía vida en la Eucaristía.  A. Chevrier encuentra en las Escrituras el Cristo a quien conformarse plenamente para seguirle en todo. En el estudio de Evangelio encuentra asimismo la mejor manera de anunciarlo con sencillez a los pobres. Así lo expresa en muchas de sus cartas:

 

"¿No es necesario conocer a Jesucristo para predicarlo? ¿No es necesario conocer a Jesucristo para imitarlo? ¿Y como podríamos conocerle si no le estudiamos? (Carta n.86) “Créame, nada hay tan bello, tan poderoso y tan rico como las palabras y las acciones de nuestro Señor. Nuestro Señor decía: Mis palabras son espíritu i vida, y es verdad” (Carta n.310) “Adiós, mi querido hijo, te deseo el verdadero amor de Dios que encontrarás en el estudio de nuestro Señor Jesús, nuestro Maestro y nuestro modelo” (Carta n. 79) “Yo le pido [a Dios] almas entregadas, almas generosas, piedras vivas, santos. Queridos amigos, sed vosotros estas piedras, estos santos, estas almas generosas que deben trabajar para Jesucristo, con Jesucristo para continuar aquí en la tierra su vida de sacrificio, de entrega y de caridad; haceos otros Jesucristo, estudiadle, es vuestro modelo. Visitad frecuentemente en espíritu el Pesebre, el Calvario, el Tabernáculo, para beber en ellos el espíritu y la vida que deben animaros para siempre". (Carta nº 89)

 

Florenci Costa i Padró

Navarcles 2011-06-08