A esta hora, en la parroquia de San Pablo de mi arciprestazgo de Gamonal se realiza una vigilia de jóvenes con la famosa cruz que abre los encuentros mundiales de la juventud. No he acudido, entre otras razones porque estoy muy cansado y diré porqué.
Ha abierto la jornada recibiendo a Maribel, una madre con una discapacidad, que después de muchas luchas y peleas ha podido quedarse embarazada y con alegría inscribe a su hijo para ser bautizado. He compartido un ratito la cruz del minusvalorado que pelea por abrirse paso y engendrar vida.
Después he estado escuchando a Pedro, un gitano con cinco hijos que se gana la vida vendiendo ambientadores y que me cuenta sus apreturas para sacarles a todos adelante. He arrimado el hombro, en nombre de la comunidad, para hacer su cruz más liviana.
Después hemos tenido reunión los sacerdotes del arciprestazgo para hacer la programación. Prácticamente nadie aportaba y todo se daba por bueno. Yo me he sentido obligado a cuestionar, aclarar, aportar e intervenir. Y resultado de ello es cargarme la cruz del inconformista y por todos criticado.
Rápido me he escapado a comer con el equipo de militantes de la JOC. Los horarios nos impiden vernos en otro momento. A Chan no le pagan desde abril. Rosi trabaja 37 horas casi seguidas, desde el viernes por la noche al domingo, en una casa de acogida de niños de familias desestructuradas. Bea trabaja 42 horas y la pagan 40, haciendo de recepcionista y figurando en su contrato como ayudante de recepcionista. He podido ser testigo de la cruz de la precariedad que tanto daña y pesa a jóvenes a los que quiero. También a mí me duele.
Apenas sin tomar el postre, he abierto la parroquia y ya estaba Tamara enfundada con una bandera de España a la cintura: ¡Viene Canales y está tan bueno!. La sub-21 juega en Burgos. He sido testigo de otra cara de la cruz, la de jóvenes normalizados que son víctimas de la propaganda y la estupidez que les lleva a admirar nuevos mitos del sistema opresor y alienante.
Más tarde ha llegado Jose Antonio, un hombre de dos mujeres, pero actualmente solo en la vida. La pensión no le da para vivir. La cruz de no controlar la bebida y el tabaco le va minando y está agotando su salud. Una vida axfisiada que trata de olvidar y ahuyentar.
Y he terminado con una pareja que prepara el bautismo de su niña. En esta ocasión me toca escuchar sus lamentos por una iglesia institucional caduca que no dio ni da respuesta a sus vidas reales, una iglesia de la que se han distanciado. Cargo con la cruz del evangelizador que quiere presentarles a Jesús como propuesta de vida.
Estoy cansado al final de la jornada. Hoy he estrenado las medias contra las varices. Varices que, entre otras razones, se ha producido por las muchas horas de estar al pie de reuniones y trabajos compartidos con los jóvenes de la clase obrera. Esas medias encorsetadas me han agotado.
Y no voy a la vigilia en torno a una cruz de madera porque también siento que encorseta la propuesta a la que hemos reducido la cruz de Jesús con estos eventos. Me veo llamado a seguir permaneciendo junto a esas otras cruces de carne y hueso que tengo la dicha de acompañar.
Padre Dios, danos permanecer como María junto a esa cruz convencidos de que es el único camino para llegar a gustar de la Pascua de la vida nueva de la que somos testigos en el día a día.
07.10.10 - Javi Gª Cadiñanos