Estudio de Evangelio. Francisco M. Sánchez Ramírez diócesis de Granada
23 abril 2023. Lc 24,13-35
El domingo anterior, el Evangelio nos invitaba a creer para ver al Resucitado en medio de la comunidad, que nos regala con su Espíritu Santo, la Paz, el perdón y la alegría y que nos empuja a la misión. Pero, ¿cómo revitalizar la fe cuando se apaga la esperanza? El Evangelio de hoy recuerda tres lugares donde el Resucitado nos devuelve la esperanza: El camino, la Palabra y la Eucaristía.
- Nosotros esperábamos que el fuera el libertador de Israel…
Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. La cruz para ellos ha sido el final de todas las ilusiones que habían puesto en Jesús y en su Evangelio. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar.
Pero también en este camino de decepción, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos y se interesa por aquello que les preocupa y ha dejado ensombrecido su corazón. Aunque los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado, les parece ahora un caminante extraño.
El camino de Emaús es el camino de la decepción, del abandono de la fe, el camino de los que están de vuelta de todo, nuestro propio camino muchas veces. Jesús se hace siempre presente en el camino de la vida, aunque sea el camino Emaús. En cualquier circunstancia él está siempre a nuestro lado, especialmente cuando lo recordamos, aunque no sepamos reconocerle. Él se interesa por lo que nos preocupa y angustia, recorre nuestro mismo camino y nos devuelve la esperanza.
- No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras…
Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”
Jesús empieza a explicarles las Escrituras, el plan de Dios, el misterio de amor que se esconde en todo lo que ha sucedido. “¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?» … La cruz no ha sido el fracaso de la Gracia, sino su mayor expresión: Fue una necesidad del corazón del Padre, la de mostrar su amor y fidelidad hasta el extremo. Y ellos comienzan a comprender y sienten arder, de nuevo, el corazón. Les enseña a distinguir entre las verdaderas esperanzas y las ilusiones humanas, entre el plan de Dios, y nuestros pobres planes, entre lo que nos gustaría y lo que debe suceder.
El encuentro con la Palabra de Jesús, es siempre un reencuentro con la esperanza, con el amor de Dios que sostiene y conduce todas las cosas a lo que debe ser. Cuando acogemos a Jesús en su Palabra, se despierta en nosotros la Esperanza perdida.
- Lo reconocieron al partir el pan.
Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Y, aunque siguen sin reconocerlo, ponen en práctica lo que han aprendido de él: la acogida. Necesitan su compañía, no quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Luego descubrirán, que son ellos los acogidos por Jesús.
Entonces sucede lo imprevisto, le ven, le reconocen. Han acogido al hombre sin saber que era Jesús, se han hecho prójimos del caminante ofreciéndoles su techo y su comida. Ahora reconocen el gesto de partir el pan: este gesto resume toda la vida de Jesús, su entrega por amor hasta el extremo. “mi cuerpo entregado por vosotros…mi sangre derramada por vosotros” …
La Eucaristía pone el mismo amor de Jesús en nuestra vida, para que sepamos reconocerle en el ser humano y acogerle en el pobre que necesita de nuestra hospitalidad. Y también al revés, acogerle en el peregrino extraño hará posible que nuestros ojos lo reconozcan al partir el pan.
En el camino de la vida, en la Palabra y en la Eucaristía hemos de buscar y acoger al Resucitado que nos devuelve la esperanza, que hace arder el corazón, que enciende nuestra vida, que nos hace reconocerle en el peregrino que necesita hospitalidad.
Señor, gracias por caminar junto a nosotros, también en nuestros fracasos y deserciones, también en nuestros abandonos y crisis de fe. Abre nuestros ojos y nuestros oídos para reconocerte a nuestro lado, sé tu nuestro único maestro que con tus palabras de vida pongas luz en los ojos y fuego en el corazón de tu Iglesia, para partirnos y repartirnos contigo para ser fermento de la humanidad nueva.