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Domingo 6º Pascua - A_2023

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Estudio de Evangelio. Manuel Molina Calvente, diócesis de Granada

 

14 mayo 2023. Jn. 14. 15-21

 

1. “Si me amáis, guardareis los mandamientos míos.”

 

Seguimos en el encuentro íntimo y personal con Jesús. Que bien nos conoce Jesús y sabe de nuestras debilidades. Él también paso por ahí y sabe cómo la ausencia física nos hace más frágiles. Existe el peligro de apartarnos de Él y, por lo tanto, también de los que tenemos a nuestro alrededor. No nos basta con la fuerza humana. Él sabe donde está la verdadera fuente para afrontar los momentos decisivos de la vida.

Jesús se está despidiendo de sus discípulos y, en ese momento de intimidad, les desvela el secreto de su persona. ¿De dónde saca su fuerza? ¿de dónde viene su felicidad, que no se oscurece ni en estos momentos? De la relación de amor con su Padre. Él se siente amado, sostenido, guiado, completamente confiado en su Padre. Y eso es lo que le empuja a amar a los que su Padre tanto quiere, hasta dar la vida por ellos. Y en hacer su voluntad encuentra su alegría plena. Incluso en la cruz o, mejor dicho, más que nunca en la cruz.

Pues esa misma relación es la que Jesús va a regalar a sus discípulos y a todos los que creemos en Él: la alegría de descubrir cada día que Dios nos ama, que sostiene nuestra vida y la conduce al a felicidad completa.

 

2. “No os dejaré huérfanos”

 

Para eso nos hace el mejor de los regalos: el Espíritu Santo. Para esto había venido a este mundo que nosotros hemos desgraciado con el pecado, a regalarnos su Gracia, su Espíritu, el corazón del Padre y el Hijo: “No os dejaré solos…yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros: el Espíritu de la Verdad”.

Lo llama el Espíritu de la Verdad y paráclito (defensor) en oposición al príncipe de la mentira que es el diablo que está siempre acusándonos, que lo ensucia todo con la mentira haciéndonos creer que Dios está lejos, que no le importamos, que seremos felices cuando no creamos en nada ni en nadie, cuando sólo mires por ti mismo, cuando tengas y seas más que los demás. Con la mentira nos aleja de Dios y de los demás, nos hace egoístas, infelices y luego nos acusa, hace que nos remuerda la conciencia.

En cambio, el Espíritu realiza en nosotros dos tareas:

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos y mi Padre os amará…y vendremos a él y haremos morada en Él.”

Habría aquí que aclarar varios términos. Amar, no es sólo tener sentimientos. Y Cuando Jesús habla de mandamientos, no se refiere a normas, sino confiar en él y seguir su ejemplo.

 

De esta manera, cumplir los mandamientos no es una condición para que Dios nos ame y nos salve, es la consecuencia y la manera concreta de acoger el amor a Dios que nos ama sin medida. Eso lo realiza el Espíritu, porque nosotros somos incapaces siquiera de desearlo.

 

3. …y vendremos a Él y haremos morada en Él.

 

Ahora entendemos lo que es en realidad ser cristiano. A veces nos quedamos en un cristianismo pobre, triste, empequeñecido, reducido a normas, ritos, dogmas.

Ser cristiano es otra cosa. Es dejarse introducir por el Espíritu, en esa relación de amor profundo del Padre y el Hijo por la fuerza del Espíritu. Es sentirse habitado por la Trinidad (no estamos huecos, Sta. Teresa) que nos sostiene, nos desborda, ensancha nuestro horizonte, nos transforma, nos planifica. Ser cristiano comienza por el interior.

Pero, inmediatamente, se nota en el exterior. Transforma nuestra manera de ser y vivir. Nos empuja a actuar movidos por eso que se vive en el interior. No se queda en los sentimientos ni en las ideas, sino que se traduce en llevar la alegría de la Fe a los demás, como Felipe en Samaría, nos mueve a dar razón de nuestra esperanza en medio de las dificultades, como nos recuerda Pedro en la “1ª lectura, o amamos como Jesús, como nos dice el Evangelio.

En mi oración pongo hoy también las dificultades y miedos para que no perdamos el regalo que cada día nos hace Dios derramando su Gracia que no guardamos, sino que debemos ser fieles transmitiéndola cada día.

Sabiendo que es la fuerza de su Espíritu no nos deja desamparados, sino que permanece y será la que nos vaya mostrando el camino. Pedimos el don de su espíritu.

Y para que no deje de derramarlo, cumpliendo los mandamientos permaneceremos en su amor así permanecemos en Dios, en los hermanos y en nosotros mismos.

Que sea el su Espíritu el que nos guie.

Hagámoslo con la más importante que tenemos, cuidemos esa relación con Dios que nos regala el Espíritu Santo, cuidando unos de otros, guardando los mandamientos, el encargo de Jesús: amaos como yo os he amado.