Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona
A las puertas de Navidad, María e Isabel nos muestran que hay que unirse en el proyecto del mundo nuevo que Dios tiene previsto. ¡Vamos!
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Me planteo si, como María e Isabel, que escuchan la llamada de Aquel que viene a visitarlas, estoy atento a las llamadas que Dios hace en mi puerta.
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... En estas personas de mi entorno, ¿Qué motivos de alegría descubro? ¿Qué signos veo de la presencia de Dios que actúa a través de los que menos pueden?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7.Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas para ayudar a dejarse visitar a través de este texto
- El Evangelio según Lucas, en sus capítulos–prólogo, pone en paralelo a las figuras de Juan y Jesús. En este texto de hoy Juan y Jesús se encuentran a través del encuentro de la madre de uno y la madre del otro, ambas embarazadas. Jesús visita a Juan. El Hijo de Dios nos visita. Y se queda entre nosotros.
- La lectura de este texto pide sencillez para acoger la acción maravillosa de Dios en la pequeñez de estas mujeres (1,48-49) y en aquellos a quienes ellas representan: los pobres, los huérfanos, los extranjeros, las viudas, los enfermos, los cautivos, los pecadores... en definitiva, aquellas personas que son consideradas estériles (Lc 1,7) por una sociedad que valora a las personas según su capacidad de producción.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
- La alegría que se expresa por boca de las madres es a causa de que Dios está obrando a través de la pequeñez de los pobres. Los embarazos de Isabel y de María no son comunes. Isabel nos es presentada como una mujer de edad avanzada y estéril (Lc 1,7); y la esterilidad era vista como una vergüenza o como un castigo de Dios. María, por su parte, no conoce a varón (1,34). María se identifica con las estériles. Aquello que, en un caso y en el otro, parece imposible, no lo es para Dios (1,37). Tampoco lo había sido en el caso del hijo de Abrahán y Sara, el hijo que Dios había prometido (Gn 18,14). Y en tantas otras situaciones de la historia del pueblo de Dios, y también en la historia actual (Mt 19,23-26).
- María tiene prisa: “fue aprisa” a visitar a Isabel (39). Una prisa debida a su obediencia al plan de Dios. Por el ángel ha sabido (1,36) que la gravidez de Isabel es parte del plan de Dios al cual ella ha dado su sí: he aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra (1,38). Y hay que encontrarse, hay que unirse en el proyecto del mundo nuevo que Dios tiene previsto.
- El saludo de Isabel: “¡Bendita tú... y bendito el fruto de tu vientre!” (42), junto con la bienaventuranza: “dichosa tú, que has creído” (45), nos presenta a María como discípula de Jesús. Vemos ahí el paralelismo con aquella otra escena del mismo evangelio de Lucas (11,27) en la que una mujer de entre la multitud suelta una bienaventuranza de alabanza a Jesús diciéndole: bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. En aquella ocasión Jesús responde con otra bienaventuranza dedicada a quienes le siguen, a los discípulos: bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. María es una de estas personas bienaventuradas. Jesús nos enseña a contemplarla como la discípula modelo, la que escucha la palabra de Dios y la cumple. Y todavía otro paralelismo con otro lugar del mismo evangelio (Lc 8,21) en el que Jesús hace de los discípulos su familia: mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Quienes lo seguimos estamos unidos a Él íntimamente.
- La “alegría” (44) que respira toda la escena es debida a la acción del “Espíritu Santo” (41), quien irá conduciendo todo el plan de Dios en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, el Hijo de María, y en todos los que darán testimonio de Él, como Isabel: “la criatura saltó de alegría” (41.44). Es el Espíritu Santo el que hace posible que lo mismo Isabel que nosotros descubramos quien es Jesús: “mi Señor” (43).
- En el encuentro de María–Jesús e Isabel–Juan, se da el encuentro del Antiguo y el Nuevo Testamento: Dios siempre ha actuado a través de los pobres, y continuará actuando de la misma manera, con las mismas opciones, con el mismo estilo. Dios no tiene otra manera de llevar a cabo su plan, su proyecto. Otras maneras son estériles de verdad.