Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Estamos ante un texto que nos pone muchas cuestiones. Por ejemplo: ¿Dejo que el Espíritu marque mis prioridades de manera que se correspondan con las de Jesús (la liberación de los “pobres...”)? ¿Qué hechos lo muestran?
También nos plantea que la fe en Cristo es una experiencia, no una idea. Es por ello que son los “testigos” los que se convierten en “predicadores de la Palabra”, es decir, evangelistas.
¡Que vaya bien!
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Qué experiencia tengo de dejarme conducir por el Espíritu, como Jesús? ¿Dejo que el Espíritu marque mis prioridades de manera que se correspondan con las de Jesús (la liberación de los “pobres...”)? ¿Qué hechos lo muestran?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... ¿Qué personas de las que me rodean me dan testimonio de fe, de una fe que es experiencia vivida y no una idea?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas sobre la composición de este texto
- El Evangelio de este domingo lo forman dos textos. El primero es el comienzo de la obra de Lucas (1,1-4), donde el evangelista expresa al destinatario qué es lo que pretende. Con el segundo (4,14-21), Lc nos lleva al comienzo de la actividad de Jesús, después del bautismo en el Jordán (Lc 3,21ss) y de la estancia en el desierto (Lc 4,1-13).
- Este segundo lo podemos subdividir en dos: los dos primeros versículos (4,14-15), que resumen lo que hacía Jesús cuando comenzó su actividad en Galilea; y el resto (4,16-21), que nos narran la escena de la sinagoga de Nazaret.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
El prólogo de Lucas (1,1-4)
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El tal “Teófilo” (3), a quien Lucas dedica también la segunda parte de su obra, los Hechos de los Apóstoles (Ac 1,1), es posible que sea una persona concreta. Pero, teniendo en cuenta que la palabra “teófilo” significa “amigo de Dios”, puede ser el nombre genérico de todos los que serán lectores del Evangelio. Porque leer el Evangelio nos hace amigos de Dios.
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Lc dice lo que pretende: que el lector “conozca la solidez de las enseñanzas que ha recibido” (4).
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Los medios que pone para conseguir su objetivo son los dos escritos: el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Con estos escritos, Lc no quiere hacer una historia científica ni una biografía a través de los “hechos” (1). Lucas contempla la acción del Espíritu Santo en la persona de Jesús y en la Iglesia. Y lo que contempla lo transmite con dos escritos, respectivamente: el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Esto es lo que le interesa a todo evangelista, a todo transmisor de la Buena Noticia: en la historia, en los “hechos”, en la vida cotidiana, descubrir y señalar lo que el Espíritu de Dios hace ahí. Esto es lo que dará “solidez” a las “enseñanzas” que el lector ya “ha recibido” (4).
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Es interesante darse cuenta de que esta tarea del anuncio de la Buena Noticia se hace a partir de los “testigos” (2). Es decir: la fe en Cristo es una experiencia, no una idea. Es por ello que son los “testigos” los que se convierten en “predicadores de la Palabra” (2), es decir, evangelistas.
Jesús comienza su ministerio (4,14-15)
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La narración “ordenada” (3), Lucas la comienza con un resumen del ministerio de Jesús:
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actúa en Galilea (14);
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es movido y conducido por “la fuerza del Espíritu” (14) –esto ya se había destacado (Lc 4,1) y será el tema de lo que Jesús leerá y comentará a continuación (18)–;
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el ministerio consiste en “enseñar” (15);
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y comienza ejerciéndolo en “las sinagogas” (15), lugar significativo donde el pueblo de Israel se reúne para escuchar la Palabra de Dios –ahora la escucharán en Jesús–.
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Toda esta acción de Jesús desemboca en la alabanza de Dios por parte del pueblo (15).
Jesús en la sinagoga de Nazaret, “donde se había criado” (4,16-21)
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El primer “hecho” (1) relatado acontece “donde se había criado” (16). Nazaret es el lugar de la vida cotidiana. Jesús actúa en el corazón de su pueblo, donde se cuece la vida de la gente. Y lo remueve todo. Todo su ministerio se desarrolla en el corazón de su pueblo, entre Nazaret y Jerusalén (Lc 1,26.39; 9,51).
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Otra vez Lucas nos presenta la acción del “Espíritu” (18) que marca todo lo que hace y dice Jesús. Esta acción queda expresada en lo que Jesús lee (18-19) del profeta Isaías (Is 61,1-2). El de Isaías es un texto programático, que resume la identidad y la misión de Jesús. Con toda la escena de la sinagoga, hasta el versículo 30 (puede ser bueno tomar la Biblia y leer todo el pasaje, especialmente porque el próximo domingo no encontraremos la continuación a causa de la fiesta de la Presentación del Señor), Lucas anticipa la muerte y resurrección, consecuencia de la actuación y predicación de Jesús: [...]lo empujaron fuera del pueblo [...]con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba (Lc 4,28-30).
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La expresión “hoy se cumple” (21) significa unas cuantas cosas:
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Lo que dice “la Escritura” es actual. Pero sólo es percibido como tal cuando es leído y escuchado con la fe que suscita la acción del “Espíritu”, el que convoca y abre el corazón.
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Jesús es el “Ungido” (18) de Dios.
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“El Espíritu” actúa “hoy”, ahora y aquí, en favor de los “pobres”, de los “cautivos”, de los “ciegos” (18).
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Y, por lo tanto, la prioridad de quien se deja conducir por “el Espíritu” –lo mismo Jesús que los que quieran seguirlo– es la liberación de los “pobres, cautivos, ciegos...”.