Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
La primera lectura es el IV cántico del siervo de Isaías que "justificará a muchos" tomando "el pecado de muchos" e intercediendo "por los pecadores". En el evangelio leemos la pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1-19,42). Jesús sabía que había llegado su hora y sabiendo todo lo que le venía encima, en el huerto de los olivos toma la iniciativa. No le quitan la vida como lo expresa en el capítulo 10: [la vida] nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente (Jn 10,17-18). La hora de Jesús es la hora del cumplimiento de la voluntad del Padre.
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“Sabiendo todo lo que venía sobre él” (18,4). Como ya veíamos en el comienzo de la santa cena –Jesús sabía que había llegado la hora (Jn 13,1)–, Jesús lleva la iniciativa en todo momento. También lo expresa en el capítulo 10: [la vida] nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente (Jn 10,17-18). Él, por la especial relación que mantiene con el Padre, señala el comienzo de los acontecimientos que siguen. La hora de Jesús es la hora del cumplimiento de la voluntad del Padre. A un paso de morir, lo volvemos a encontrar (Jn 19,28).
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El “yo soy” (18,5) recuerda la revelación que Dios hizo de su nombre a Moisés (Ex 3,14-16; Is 41,4; 43,10) y es una clara referencia a la realidad de Dios, con la cual Jesús se identifica.
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“El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?” (18,11). En el AT, “el cáliz” era una imagen de sufrimiento (Is 51,17-22; Jr 25,15; Ez 23,32-34; Sl 75[74],9) e incluso de castigo. Aquí es una alusión clara a la pasión y muerte de Jesús.
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“El otro discípulo” (18,15), llamado así también en Jn 20,3-4.8, probablemente es el mismo que en otros lugares es llamado el discípulo amado o al que Jesús amaba (Jn 13,23; 19,25-27; 21,7.20-24). No se dice nunca que sea uno de los Doce, pero es una figura importante del evangelio y sirve de modelo para los creyentes. Más adelante, al pie de la cruz (Jn 19,27), aparecerá como el primer miembro de la nueva familia de Jesús.
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El pasaje de las negaciones de Pedro (18,17-27) pone de manifiesto a qué compromete ser discípulo de Jesús, no sólo por el interrogatorio que le hacen sino también por la respuesta de Jesús al gran sacerdote: “Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo” (18,20-21). Según esto, en la vida y en la voz de un discípulo tiene que ser posible encontrar y escuchar a Jesús.
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Jesús es acusado de “malhechor” (18,30). Pero al final lo acusarán de traición al César y, por lo tanto, de revuelta contra Roma (19,12). De esta manera los líderes religiosos judíos pueden presionar a Pilato.
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La realeza de Jesús (18,33) ocupa un lugar fundamental en el relato de la pasión. Jesús es exaltado y entronizado como rey de los judíos (19,14.19): es su glorificación, la revelación plena de su condición de Hijo, sentado a la derecha del Padre.
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Esta realeza de Jesús no tiene su origen en este mundo ni tiene nada que ver con los valores que dominan en él (18,36). La palabra “mundo”, que ya encontrábamos al comenzar el evangelio de Jn (1,10), señala una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27; 15,18.19; 16,8.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni Jesús es del mundo (Jn 8,23) ni los discípulos tampoco (Jn 17,14.16). Pero Dios ama al mundo y le envía a su Hijo (Jn 3,16), y también los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17,18).
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“Ser testigo de la verdad” (18,37) significa comunicar, con la vida y las palabras, aquello que Jesús ha visto y ha escuchado del Padre (Jn 5,19; 8,26). La verdad (Jn 8,32) es Dios mismo (Jn 1,17), la plenitud de vida comunicada por Jesús.
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“Se ha declarado Hijo de Dios” (19,7). El evangelio recoge la confesión de la fe de la comunidad joánica sobre Jesús. Este es el punto de fricción o separación más grande con los judíos (Jn 5,18; 10,30-33).
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“De dónde eres tú?” (19,9): La pregunta es importante, porque va más allá del ámbito familiar y se convierte en una cuestión sobre el origen de Jesús en el sentido más profundo del término. Es una pregunta que se va repitiendo a lo largo del evangelio (Jn 1,38; 7,11; 9,12.29-30). También se van dando respuestas (Jn 8,23; 18,36).
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En la respuesta a Pilato (19,11), Jesús, que es el acusado, toma la iniciativa y da la sentencia.
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“No tenemos más rey que al César” (19,15). Para salirse con la suya, los grandes sacerdotes reniegan de los sentimientos más íntimos de la fe y de la piedad judía. De hecho, manifiestan que no son creyentes, que sólo les interesa el poder. Reconocer la autoridad absoluta del César significa no aceptar a Dios como único Señor. El evangelio ya había hablado de ello cuando decía que los judíos no conocen a Dios ni hacen nada para conocerlo (Jn 5,37; 7,28; 8,19.27.55; 15,21).
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En lo que Jn va narrando entorno a la crucifixión, resuenan algunos versículos del libro de los salmos: Jn 19,24 se hace eco del Salmo 22[21],19; Jn 19,28 vuelve a citar el mismo salmo, Sl 22[21],16; y Jn 19,29 hace referencia a Sl 69[68],22.
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“Entregó el espíritu” (19,30) es una expresión que indica la muerte de Jesús. Pero el evangelista quiere decir también que Jesús, crucificado y, por eso mismo, elevado (Jn 3,14; 8,28; 12,32.34), da el Espíritu a los creyentes, como aparecerá explícitamente en los relatos del Resucitado (Jn 20,22).
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“El sábado” (19,31): aquel año coincidieron el sábado y la fiesta de Pascua. En cualquier caso, el sábado comienza con la puesta del sol del viernes. Por eso había que acelerar el final de los condenados rompiéndoles las piernas y provocando así la muerte por asfixia. También había que darles sepultura.
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“Al punto salió sangre y agua” (19,34) es una expresión que señala que Jesús ha muerto. Pero también es un signo del don del Espíritu (1Jn 5,6.8). El simbolismo tiene la raíz en Jesús crucificado y glorificado: bautismo (agua) y eucaristía (sangre).
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“El que lo vio da testimonio ... para que también vosotros creáis” (19,35). El testimonio del discípulo hace presente la realidad de Jesús para el lector del evangelio. Más adelante encontramos que este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero (Jn 21,24). Estos versículos de Jn son una interpelación para las personas que nos llamamos discípulos. Y, todavía más, para aquellas que pretendemos ser apóstoles (militantes de movimientos, curas, obispos...).
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“No le quebrarán un hueso” (19,36) es una cita del libro del Éxodo (Ex 12,46), donde se trata de la normativa referente al cordero pascual. Jesús es presentado como el nuevo cordero pascual, muerto para dar la vida a toda la humanidad (Jn 1,29).