Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Notas por si hacen falta
Notas para seguir el hilo del Evangelio
Continuamos con el evangelio de hace una semana, en el que Jesús nos prevenía: guardaos de toda clase de codicia (Lc 12,15). Solamente hay un pequeño salto (Lc 12,22-31) donde Jesús, ante la posibilidad de que alguien lo dé todo y se quede sin nada, propone buscar el Reino, que el Padre nos dará lo que necesitemos.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
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Los vv. 33-34 nos sitúan en el tema del fragmento omitido (vv. 22-31). Ya lo anuncian las primeras palabras del texto: “no temas” (32). La razón por la que podemos estar dispuestos a darlo todo, a compartirlo todo, sin “temer”, es que “vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino” (32).
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No es éste (32) el único lugar del evangelio según Lucas en qué se dice que “el Reino es dado” a los discípulos: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios (Lc 8,10); yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí (Lc 22,29). Otro evangelista, Mateo, lo pone en labios de Jesús cuando explica la parábola del juicio, donde queda muy claro qué significa ser discípulo y, por lo tanto, ser heredero del Reino (Mt 25,34).
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El “rebaño” (32) es una imagen bíblica clásica para representar a Israel (Ez 34). Aquí Jesús la utiliza para hablar de los discípulos, el nuevo Israel. En otros lugares del Nuevo Testamento también encontramos esta imagen aplicada quienes presiden a la Iglesia, que tienen la misión de guardianes para pastorear la Iglesia de Dios (Ac 20,28).
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Lucas, lo mismo en el Evangelio que en el libro de los Hechos, insiste en el valor de la “limosna” (33), la importancia de dar los bienes a los pobres. Los “bienes”, no lo que sobra. Por ejemplo: Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros (Lc 11,41); Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos (Lc 18,22); Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres (Lc 19,8); ... que esta viuda pobre ha echado más que todos... (Lc 21,1-4); una discípula llamada Tabitá … rica en buenas obras y en limosnas que hacía (Ac 9,36); ... Tus oraciones y tus limosnas han subido ante Dios... (Ac 10,2.4.31). (Todavía se puede añadir Ac 11,29; 24,17). Hacerse amigo de los pobres es asegurar la vida.
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“Haceos un tesoro inagotable en el cielo” (33): Jesús insiste, una y otra vez, en decir cuál es la vida que vale la pena, como se expresaba en el texto del pasado domingo (Lc 12,13-21). Es un tema repetido en el Nuevo Testamento: Amontonaos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben (Mt 6,20); Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego (Jm 5,2-3). Es un tema que se vincula al del “corazón” (34): Mateo nos dice que donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6,21); y san Pablo dice que hay que poner “el corazón” donde está el Resucitado: si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba ... aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra (Col 3,1-2 –segunda lectura del pasado domingo).
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Tener “ceñida la cintura” (35) equivale a atarse la ropa a la cintura (Ex 12,11; 2Re 4,29). Es así como llevaban recogida la ropa quienes trabajaban o tenían que viajar. La imagen de las “lámparas encendidas” expresa también la idea de estar a punto para hacer un servicio (aparece igualmente en Lc 8,16 y 11,33). Jesús habla de sí mismo, a la vez, como del “señor” (37) y del que “irá sirviendo” a los criados” (37). San Juan lo dice, no en parábola, sino narrando los hechos acaecidos en la última cena: se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. [...] Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy (Jn 13,4-5.13).
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Vale la pena destacar la bienaventuranza que suelta Jesús por tres veces en este texto: “dichosos” (37.38) y “dichoso” (43). Lucas aporta muchas bienaventuranzas, generalmente en boca de Jesús: son dichosos los pobres, los que tenéis hambre ahora, los que lloráis ahora, los que son odiados por causa de Jesús (Lc 6,20-23), aquel que no halla escándalo en Jesús (Lc 7,23), los que oyen la Palabra de Dios y la guardan (Lc 11,28), los discípulos que ven lo que Dios realiza y revela a través de Jesús (Lc 10,23), el que invita a los pobres, lisiados, cojos, ciegos, que por ello comerá en el Reino de Dios (Lc 14,13-15). Pero también Isabel (Lc 1,45) y una mujer anónima (Lc 11,27) lo dicen de María, la madre de Jesús, por ser quien acogió la Palabra y nos la dio. A María también el Magníficat la felicita (Lc 1,48).
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La pregunta de Pedro (41) indica que Jesús se dirige a los Doce (48), a quienes tienen responsabilidades en la Iglesia, sobre todo en lo que da como respuesta (42-48).
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El “condenándolo” tan contundente que utiliza Jesús (46) lo tenemos que situar en la parábola. En ella Cristo glorioso no es un “ladrón” (39). La imagen indica eficazmente que nadie conoce el momento definitivo de la vida (40)–. Usar el verbo “condenar” es eficaz para decir que si no estamos alerta y nos dejamos seducir por la riqueza (Lc 12,15) estamos en camino de perder la vida (Lc 12,21).