Estudio de Evangelio. Antoni Pujol Bosch, diócesis de Mallorca
Guardaos de toda clase de codicia
31 julio 2022. Lc 12, 13-21
¡Qué difícil es no hacer un poco las cosas por dinero, no tener miramientos hacia aquellos que dan más,
no preferir una función mejor pagada a otra menos retribuida
y estar tentado de pedir o de desear recibir más!
(A. Chevrier)
1) Ver: a mediados de los años sesenta, la familia del compañero que me escribe, dolido, para ponerme al tanto de lo que está sucediendo, se había trasladado a vivir, como muchas otras, a uno de los barrios de la periferia de la ciudad que más rápidamente estaban creciendo por entonces. La Diócesis planeó la creación allí de una parroquia de nueva planta y encargó su servicio a una congregación religiosa, cuyo carisma parecía hacerla idónea para afrontar los retos pastorales que planteaba aquella realidad. Y acertó la Diócesis, porque los mismos religiosos han continuado realizando su misión en el barrio, desde 1963 hasta hoy. La Parroquia, por cierto, tiene como titular al santo fundador de la congregación.
Muchos años antes, otra congregación, en este caso femenina, pero fundada en el mismo carisma, más sensible y atenta todavía que los hombres a lo que estaba pasando y a lo que se veía venir, se había establecido allí y levantado un colegio, para atender a una de las necesidades más perentorias de las familias del barrio: la educación de sus hijos. La capilla, de esas en las que da gusto celebrar: grande, luminosa, limpia, bien equipada y de cuidados detalles, se terminó en 1956.
A su debido tiempo, se adquirió una parcela para la construcción de la iglesia parroquial, pero las mujeres se adelantaron de nuevo, ofreciendo su recién estrenada capilla para acoger en ella las celebraciones de la comunidad, mientras que el solar se dedicaba, mejor, a edificar un casal, que acogiera no solo las demás actividades de la Parroquia, sino también las de muchas otras entidades cívicas, que comenzaban a proporcionar al barrio su necesario tejido social.
Pues bien, hace pocos meses, la congregación propietaria de la capilla comunicó a los responsables de la Parroquia que debían abandonarla y buscarse otro sitio donde celebrar. La capilla se ha cerrado, sin más explicaciones, y por el barrio corre imparable el rumor que las monjas, pretenden venderla para que sea derribada y se aproveche el terreno para cierta promoción inmobiliaria, un mero negocio especulativo. ¡Tal como suena!
2) Juzgar: el público, entiendo que se refiere el Evangelio al tipo de sociedad que hemos ido formando (lo público), tiene su propia lógica, su propia manera de ver las cosas, de percibir la realidad y de actuar en consecuencia. Y también su propio modo de justificar los comportamientos particulares, en correspondencia con esa lógica común.
Desgraciadamente para nuestras conciencias, empezando desde luego por la mía, eso es precisamente, nuestro modo políticamente y económicamente correcto de pensar y de obrar, lo que este Evangelio contrapone con la forma de pensar y de hacer de Jesús de Nazaret. No sigáis engañándoos: el amor al dinero es una idolatría (Col 3, 5) ¡Guardaos de toda clase de codicia, porque no depende la vida de vuestros bienes!
¿Cuántas veces hemos escuchado frases como estas? ¿Cuántas veces nos las hemos ido repitiendo hasta gastarlas? ¿Cuántas veces nos hemos hecho, al oírlas, firmes propósitos de esos que duran apenas un rato, o se resuelven con algún donativo? ¿Cuántas veces nos las hemos tomado resignadamente como un buen consejo, y nada más? ¿Por qué somos incapaces de dejarnos conducir por ellas hacia un cambio efectivo de nuestras actitudes? Seamos, si podemos, sinceros con nosotros mismos por un instante y examinemos hasta qué punto no coinciden nuestros anhelos y nuestros cálculos precisamente con los del rico de la parábola: tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida.
Pero no es a la Vida a donde nos conduce todo eso, sino a la Muerte: necio, esta misma noche, apenas concluya el día de tus afanes por acumular riqueza, por asegurar tu bienestar, esos mismos afanes, esa ambición, esa insolidaridad, esa incapacidad de pensar en nadie más, esa vaciedad sin sentido, acabará contigo, terminará por agotar el resto de humanidad que aun te queda dejándote del todo seco. En una palabra, te va a exigir la vida.
3) Actuar: siento vergüenza, y no solamente ajena, al repasar la nómina de diócesis y entidades de Iglesia que, estos últimos años, han aparecido en los medios de comunicación, envueltas en asuntos económicos turbios, en su mayor parte inmobiliarios, muy poco ejemplares, por no decir, directamente, escandalosos. No puedo evitar la sensación que, sin comerlo ni beberlo, y, por supuesto, sin haberlo debatido ni decidido entre todos (sinodalmente), nos estamos viendo envueltos en una especie de liquidación por cierre. ¿Qué demonios nos está pasando? ¿Alcanzamos a ver el daño enorme que esto puede llegar a hacernos, si no nos lo está haciendo ya, no porque nos exponga a las críticas de nadie, muy justas a veces, sino porque nos desarraiga del Evangelio? ¿Por el amor de Dios, nunca mejor dicho, quién va a parar esto?