Domingo 7º T.O. - A_2023

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Estudio de Evangelio. Julián Fernández-Chinchilla Contreras

 

19 de febrero de 2023. Mateo 5, 38-48

Jesús enseña con autoridad sorprendente. Mc 1, 22 dice que los que le escucharon en la sinagoga de Cafarnaúm “estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas”. Aquí Jesús no repite y comenta preceptos de la ley de Moisés sino que se atreve a enseñar lo contrario.
 
Ante la ley del talión, “ojo por ojo…”, Jesús dice a sus discípulos que hagan lo contrario: “no hagáis frente al que os agravia”. La ley del talión era una institucionalización de la violencia para limitar los excesos de la venganza. Pero Jesús propone no responder con violencia a la violencia sufrida. En una actitud que no es de cobardía o inacción, sino de una respuesta libre y valiente de no violencia ante el que actúa con violencia. En el tercer cántico del Siervo del Señor, Is 50, 6-9, se dice: Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”. El Siervo se ofrece voluntariamente a los que lo tratan injustamente y quieren humillarlo, porque sabe que Dios le ayuda y no quedará defraudado por él. Esta experiencia, por la que Jesús pasará en su pasión, es la que él propone también a sus discípulos. Él mandará Pedro que no intente defenderlo con las armas (Jn 18,11) y responderá con dignidad ante el ataque injusto de uno de los guardias del sumo sacerdote (Jn 18, 22-23). San Pablo dirá: “A nadie devolváis mal por mal… No os toméis la venganza por vuestra cuenta… No te dejes vencer por el mal, antes bien vence el mal con el bien” (Rm 12, 17-21).
 
Esta sección del sermón del monte termina con la expresión culmen de la moral evangélica: Amad a vuestros enemigos”. Jesús propone la forma más gratita y desinteresada de amor, la que es propia del Padre Dios. El discípulo de Jesús reconoce el amor misericordioso, totalmente inmerecido, que el Padre le tiene. Rm 5, 6-10: “Dios nos demostró su amor en que siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros… Cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”. Y este amor, “derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rm 5, 5), “no se irrita, no lleva cuentas del mal… todo lo excusa, todo los espera, todo lo soporta” (1Cor 13, 5-7). Jesús en Jn 5, 19-20, refiriéndose a sí mismo dice: “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, lo mismo hace también el Hijo”. Y en este texto propone a sus discípulos esto mismo, ver lo que hace el Padre para aprender a hacerlo también. “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. No se trata de cualquier clase de perfección, sino la que Jesús realizó “amando a los suyos hasta el extremo” (Jn 13, 1). O, como dice en el texto paralelo de Lc 6, 36: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
 
Señor Jesús, tu enseñanza es admirable, y la enseñas con autoridad porque tú no la has dejado reducida a palabras bonitas sino que la has realizado hasta dar tu vida “para reunir a todos los hijos de Dios dispersos” (Jn 11, 52). Con tu amor hasta el extremo nos has reconciliado, nos has convertido de enemigos en amigos tuyos. Que tu Espíritu nos guíe y fortalezca siempre para que lo que es imposible para los hombres el Padre Dios lo haga posible en nosotros y amemos a nuestros amigos y enemigos como tú nos amas.