Estudio de Evangelio. Julián Fernández-Chinchilla Contreras, diócesis de Cuenca
26 de febrero de 2023. Mateo 4, 1-11
“Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo”. Comienza este texto mostrando el protagonismo del Espíritu Santo en la vida de Jesús. En este caso llevándolo al desierto, lugar de prueba, para que se confronte directamente con el mal. Jesús, ungido por el Espíritu Santo, va a enfrentarse voluntariamente al poder del demonio, para “liberar a todos los oprimidos por el diablo” (Hch 10, 38).
Jesús se prepara para ese enfrentamiento con el mal con el arma espiritual del ayuno, durante cuarenta días y cuarenta noches, que en la tradición bíblica expresaba el estar a solas con Dios: “Moisés estuvo en el Sinaí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Ex 34, 28).
En esa situación, cuando Jesús sitió hambre, el tentador le sugiere que utilice su realidad de Hijo de Dios en beneficio propio y así no pasar necesidad. Es la tentación de asegurarse la vida mediante los medios materiales y con el mínimo esfuerzo. Pero Jesús rechaza la tentación mostrando que ser Hijo nada tiene que ver con buscar su beneficio propio, sino escuchar y fiarse de Dios, alimentándose de su Palabra. Y que “la vida de un hombre no depende de sus bienes” (Lc 12, 15).
El tentador lleva a Jesús al lugar santo para el pueblo judío y le sugiere que demuestre su condición de Hijo de Dios superando su condición humana, que implica fragilidad y limitación, y así todos puedan ver que Dios le protege y crean en él. Es la tentación de que no asuma las consecuencias de la encarnación y que muestre a Dios con lo espectacular y milagroso, como le pidieron varias veces durante su vida pública, e incluso en la cruz. Pero Jesús asume las consecuencias de la encarnación hasta sus últimas consecuencias.
Después el tentador se presenta como señor del mundo y le promete darle el poder y la gloria sobre todos los pueblos si lo adora a él. Es la mentira de pensar que su misión la podría realizar con el poder y el dominio sobre los demás, imponiendo su voluntad a la fuerza. Y Jesús rechaza también esta tentación reconociendo que solo Dios es el verdadero Señor del mundo, y que adorarlo y hacer su voluntad es la manera de de ejercitar la libertad humana y construir un mundo de hermanos.
Jesús ha vencido las tentaciones, ha dejado claro que sus ser Hijo de Dios y realizar la misión que el Padre le ha encomendado no se realiza de cualquier modo, sino en la forma de Siervo pobre y humilde, obediente a la voluntad del Padre, en la entrega de sí mismo por amor a todos los hermanos que el Padre le ha dado. Y su victoria nos mueve a la confianza cuando se presentan pruebas y tentaciones en nuestro camino de seguirle. Pues “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado” (Hb 4, 15). Y “por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación puede auxiliar a los que son tentados” (Hb 2, 18).
Señor Jesús, admirable vencedor de las mentiras del mal, auxílianos en nuestras tentaciones para que podamos realizar nuestra vida y misión como cristianos, ungidos con tu mismo Espíritu. Enséñanos a trabajar nuestra fidelidad al Padre como tú lo hiciste, para sigamos tu camino de humildad, de servicio y de entrega tomando nuestra cruz de cada día, hasta la luz eterna de la Pascua.