Pentecostés

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Pauta para un Estudio de Evangelio. Josep Maria Romaguera Bach, diócesis de Barcelona

Llegamos a Pentecostés. Nos dice san Juan que al anochecer del Domingo de la resurrección, Jesús “exhaló su aliento sobre ellos”. Esta expresión nos lleva a los orígenes, a aquello que Dios hizo para dar vida al ser humano, al cual modeló "del polvo del suelo" y, para que "se convirtiese en un ser vivo", "insufló aliento de vida" (Gn 2,7). Sin el Espíritu de Dios somos "polvo del suelo". Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, crea la Nueva Humanidad

 

28 mayo 2023. Evangelio según Juan (20,19-23)

19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–Paz a vosotros.

20 Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió:

–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

22 Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

–Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

 

Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo

1

Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2

Anoto algunos hechos vividos esta última semana

3

Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4

Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...

Tomo conciencia del don del Espíritu que he recibido. Y de que Jesucristo me ha hecho discípulo y me ha hecho apóstol, enviándome a otras personas para hacerles presente su Reino. ¿A quién me envía? ¿Cómo respondo a la misión que se me encomienda?

5

Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...

En estos hechos y personas, ¿qué experiencias he tenido de “ver” al Señor en las diversas presencias que el Espíritu nos ofrece? ¿Qué testimonios de discípulo-apóstol he encontrado ahí?

6

Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7

Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

 

Notas sobre la fiesta de Pentecostés

 

  • El segundo domingo de Pascua ya leíamos este texto (en aquella ocasión, alargado hasta el versículo 31). En la ficha de aquel domingo podemos encontrar otras notas.
  • Esta página del Evangelio nos sitúa en el primer domingo, el de la Resurrección. Así vemos que los cincuenta días de Pascua constituyen una unidad: hemos celebrado una única fiesta, tan importante que la hacemos durar.
  • Y nos sitúa en el hoy: el don del Espíritu es del primer día y es de cada día, del ‘hoy’ del mundo, que es el ‘hoy’ de Dios.

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

 

  • Jesús “exhaló su aliento sobre ellos” (22): esta expresión nos lleva a los orígenes, a aquello que Dios hizo para dar vida al ser humano, al cual modeló del polvo del suelo (Gn 2,7). De este modo el Evangelio nos dice que Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, crea la Nueva Humanidad.
  • El don del Espíritu Santo es fruto de la resurrección de Jesús. Es el Resucitado quien lo da (19). Don del Espíritu y Resurrección de Jesús no se pueden separar. El Espíritu Santo nos ha sido dado para la nueva presencia de Dios entre nosotros (Jn 14,16-26; 15,26; 16,7-15).
  • Es por el Espíritu Santo que Cristo vive entre nosotros y en cada uno/a de nosotros. Es por el Espíritu que Cristo nos comunica su vida de resucitado. Es por el Espíritu Santo que podemos amar. Es por el Espíritu Santo que podemos “ver” (20) al Señor (Jn 3,3; 14,19; 20,24.29). Este “ver” es el “ver” de la fe, el “ver” que llena “de alegría” (20). Es por el Espíritu Santo que podemos acoger las presencias del Señor: en la Iglesia reunida (Mt 18,20), en la Escritura proclamada como Palabra viva (Rm 10,17), en los sacramentos (1Co 11,24-25) y en la vida, en las personas –comenzando por las más pobres– y en los acontecimientos (Mt 25,40.45; Lc 12,54-13,5; 17,21). Es por el Espíritu Santo que podemos pasar a la acción y dar la vida por los demás como lo ha hecho Cristo (Jn 15,13), abiertos a la esperanza del Reino de Dios (Mc 4,26-29).
  • En la celebración de la Eucaristía expresamos el reconocimiento de estas cuatro presencias del Señor: la primera, en la Reunión; la segunda, en la Palabra que se nos proclama; la tercera, en el Sacramento; y la cuarta, en el Envío del final, que nos recuerda que Él está en la vida, fuera, cuando estamos en el hogar, con la familia, y/o dispersos en medio del mundo y de la sociedad (en el centro de trabajo o de estudio o en la plaza o en las asociaciones...), durante toda la semana, hasta la reunión del domingo siguiente.
  • Refiriéndose a los que estaban reunidos en un mismo lugar, el evangelista Jn habla de “discípulos”, no de apóstoles (19): de este modo acentúa la adhesión a Jesús, el seguimiento. La identidad del apóstol, palabra que significa ‘enviado’ (21), pasa por ser, antes que nada, discípulo.
  • No se es discípulo ni se es apóstol si no es en la Iglesia: reunidos en un mismo lugar (19) y reunidos con Él, en su presencia.
  • Es apóstol aquel discípulo a quien el Resucitado envía, del mismo modo que Jesús era enviado por el Padre (21). El apóstol, entonces, no parte nunca de su propia iniciativa sino de la iniciativa de Otro. Siempre se refiere al proyecto de Otro: el proyecto de Dios que tanto amó al mundo que quiere darle la vida (Jn 3,16) dándose a conocer (Jn 7,26).
  • El apóstol –el/la militante cristiano/a– es la persona que:

–da a conocer

–con la palabra y la acción

–a este Dios, que ha manifestado su amor y ha dado la vida en el hombre Jesús de Nazaret (Rm 1,5; 15,18), y su plan, el Reino.

  • Esta acción de Dios en Jesús y en los apóstoles tiene implicaciones personales y sociales: el apóstol ya no vive más por si mismo –no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20)–; y no puede dejar de anunciar en qué consiste la religión pura (Santiago 1,27) y de denunciar la injusticia –el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando (Santiago 5,1-6)–.