Domingo XXIV T.O. - A_2023

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Pauta para un Estudio de Evangelio. Josep Maria Romaguera Bach, diócesis de Barcelona

El próximo domingo va de perdonar. El perdón entre nosotros es responsabilidad nuestra. Pero Dios, dándonos por adelantado su perdón ilimitado, nos da la posibilidad de hacer lo mismo. El perdón en el seno de la comunidad de los discípulos de Jesucristo es, entonces, aquello que muestra que hemos conocido el amor del Padre (1Jn 1,1-4). Y, por lo tanto, que hemos creído en él.

 

17 septiembre 2023. Evangelio según Mateo (18,21-35)

En aquel tiempo, 21 acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

–Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?

22 Jesús le contesta:

–No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete.

Y les propuso esta parábola: 23 Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. 24 Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. 25 Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. 26 El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.” 27 El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. 28 Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes.” 29 El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré.” 30 Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31 Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. 32 Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. 33 ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” 34 Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. 35 Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

 

1

Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

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Anoto algunos hechos vividos esta última semana

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Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

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Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...

Y tomo conciencia de las experiencias que tengo de haber vivido, yo mismo u otras personas que conozco, el perdón de Dios, liberador y creador de vida nueva.

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Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...

¿Qué experiencias he visto de perdón y reconciliación o, al contrario, de cerrazón? ¿Qué necesidades de reconciliación descubro ahí?

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Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7

Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

 

Notas para seguir el hilo del Evangelio

 

  • El texto anterior a éste, el que encontrábamos el pasado domingo (Mt 18,15-20) insistía en decir que entre los discípulos de Jesús hay que buscar, por todos los medios, la conversión del que te ofende. El objetivo era salvar, no condenar ni expulsar al hermano de la comunidad. Es la preocupación del Padre del cielo que no quiere que se pierda ni tan sólo uno de estos pequeños (Mt 18,10-14).
  • Ahora estamos ante un elemento totalmente necesario para la convivencia, para la vida comunitaria: el perdón.

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

 

  • Pedro, siguiendo a Jesús, ya se ha dado cuenta de que perdonar es muy importante (21). Y quiere saber hasta dónde se puede tirar del hilo del perdón, dónde están los límites. Pedro refleja lo que quizá pensamos cada uno de nosotros: hay cosas que no tienen perdón.
  • La pregunta de Pedro (21) usa el “siete”, cifra que no tiene un valor matemático, sino que es simbólica: relacionada con la plenitud y la perfección. Es decir, Pedro ya ha dado muchos pasos e intuye que, si hay límites, están muy lejos.
  • Jesús, con la expresión “setenta veces siete” (22), exagera de tal modo que quienes lo escuchan adivinan que son invitados al perdón absoluto, sin límites. Significa que hay que perdonar siempre. Y que hay que perdonar totalmente. O, dicho de otra manera, no se trata de hacer cálculos para medir la proporción del perdón según la medida de la ofensa. Se trata de cambiar de mentalidad.
  • Esto es tan importante que el evangelista Lucas encabeza todo este tema con un toque de atención: Tened cuidado (Lc 17,3-4).
  • Mateo quiere darle mucha importancia y lo ilustra con una parábola (23-34) aportando la motivación que justifica este cambio de mentalidad: el “Padre del cielo” (35) nos ha ofrecido el perdón sin límites.
  • La parábola pone en contraste dos situaciones que tiene en común el hecho de deber dinero. En el primer caso un hombre debe una cantidad astronómica (24) a su “rey” (23). La segunda situación presenta al deudor del primer caso reclamando una deuda que tienen con él (28), que, en comparación con su gran deuda, es una cantidad muy pequeña.
  • La cantidad de dinero que debe el primero, “diez mil talentos” (24), es enorme. En tiempos del NT, un talento equivalía a unos 21,7 kg de plata. Con esta exageración Jesús indica que el hombre no podrá pagar nunca la deuda (26), por más que él, suplicando, diga que sí, que con tiempo lo pagará. Por lo tanto, el problema sólo tiene una salida: la generosidad del “señor” (27).
  • Los “cien denarios” (28) que debe el segundo, en cambio, es una cantidad importante para un trabajador, pero pequeña en comparación con la anterior: un denario era el salario diario de un trabajador de la época; cien denarios no llegan a ser 0,5 kg de plata. La gente trabajadora sabe, por experiencia, que una deuda equivalente al salario de cien días se consigue pagar, pero a base de sacrificio.
  • La finalidad de la parábola es hacer caer en la cuenta a quienes escuchamos y seguimos a Jesús de que la situación en qué las ofensas nos ponen ante Dios es parecida a la del primer subordinado ante el rey: sólo tenemos salida en su perdón generoso, ilimitado. Y que, del mismo modo, las ofensas entre nosotros –la deuda del segundo al primero de los empleados–, tampoco tienen otra salida que la del perdón. El dinero puede contarse, pero las ofensas no. El perdón tampoco tiene medida.
  • La motivación para actuar así es que Dios, el “señor” de la parábola, ha actuado con todos del mismo modo (27). Lo mismo se expresa en otros textos: Mt 6,14-15; Mc 11,25; Ef 4,32; Col 3,13.
  • Esta enseñanza de Jesús no tiene que confundirse con ningún relativismo. El tono de amenaza (35) sirve para subrayar, por un lado, la gravedad de la ofensa (que, por lo tanto, no queda relativizada) y, por otro, subraya la necesidad absoluta de perdonar a los hermanos, precisamente porque la ofensa no tiene pago posible, no se puede medir.
  • El mismo versículo conclusivo (35) nos recuerda lo que Jesús decía a los discípulos en el texto anterior: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 18,18). Es decir, el cambio de parecer del “rey” (34) no indica un cambio de actitud de Dios; indica que el perdón entre nosotros es responsabilidad nuestra. Él, esto sí, dándonos por adelantado su perdón ilimitado, nos da la posibilidad de hacer lo mismo.
  • El perdón en el seno de la comunidad de los discípulos de Jesucristo es, entonces, aquello que muestra que hemos conocido el amor del Padre (1Jn 1,1-4). Y, por lo tanto, que hemos creído en él.