CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO -- CICLO B

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Pautas para el estudio y reflexión del Evangelio. Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona

 

Para María y para nosotros “nada hay imposible” cuando nos ponemos a disposición de la iniciativa de Dios. Por eso no tenemos que “temer”. Abrahán, la historia del cual nos recuerdan estas palabras del ángel (Gn 18,14), lo experimentó: mientras quería ser él el creador de un gran pueblo, la promesa de Dios no se podía cumplir; cuando él no tenía fuerzas, Dios pudo actuar.

 

Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo

1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana

3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...La iniciativa de Dios, el regalo de su “gracia”, ¿Qué ha provocado en mi, a lo largo de mi vida?

5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... A través de estas personas y hechos, ¿Qué anuncios recibo de que Dios cuenta conmigo para algo?

6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

 

Notas para enmarcar este domingo

 

  • La afirmación del ángel a María, “has encontrado gracia ante Dios” (30), nos ofrece un retrato del diálogo entre Dios y la humanidad. La Encarnación del Hijo de Dios es el punto fuerte de este diálogo nunca interrumpido por parte de Dios.

  • La iniciativa y el protagonismo es de Dios. También somos protagonistas María y nosotros: en ella nos vemos a nosotros mismos acogiendo “la gracia” (28), acogiendo al Amor (¡Ojalá!).

  • Justo antes de Navidad éste es el acento de la liturgia de Adviento, para que podamos volver a creer que Dios está por nosotros, que se fía, que no nos deja.

  • Este texto ya lo encontramos el día 8, en la fiesta dedicada a María. Pero hoy nos disponemos a recibirlo como si no lo hubiésemos leído o escuchado nunca.

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

 

  • Para leer los llamados “evangelios de la infancia”, capítulos 1 y 2 de Lucas y capítulos 1 y 2 de Mateo, hay que saber que son unos capítulos añadidos por los respectivos autores como prólogo a sus evangelios. Es decir, su contenido es el mismo que después encontramos cuando seguimos los hechos y palabras de Jesús y como los diversos personajes se posicionan ante Él. La intención no es explicarnos hechos de la infancia de Jesús sino decirnos, como hará todo el Evangelio, quien es este Jesús de Nazaret: el “Hijo de Dios” nacido de una mujer (35).

  • Así, pues, cuando estas escenas las representamos en un teatro (en Catalunya es tradicional la representación llamada ‘Els pastorets’), los amos del escenario son el ángel y María. En cambio, el texto nos habla de Jesús, el Cristo. El foco está sobre “el hijo” (31) que María tendrá. El evangelista pretende mostrar desde el principio de su obra que Jesús de Nazaret, el hombre nacido de María, es al mismo tiempo el Mesías e Hijo de Dios.

  • El texto nos habla mucho de este hijo que tiene que nacer. Por ejemplo, diciéndonos su nombre, “Jesús” (31). O diciendo que quienes crean en Él lo llamarán “Hijo del Altísimo” (32) e “Hijo de Dios” (35), títulos que muestran su relación única e íntima con Dios. También se habla de Él presentándolo como rey (33) en el “trono de David” (32), expresiones que conectan con la esperanza de Israel en un Mesías, un Salvador (Lc 1,69; 2,11; 2,30) enviado por Dios a liberar a su pueblo.

  • En este fragmento que hoy contemplamos destaca especialmente la iniciativa de Dios en la encarnación de su Hijo: es Dios quien envía el mensaje a María (26-27); es Dios quien da su “gracia” (30); es Dios quien constituirá a Jesús como Mesías (32); la concepción humana es obra del Espíritu Santo (35). Pero la sorpresa es que toda la acción de Dios se realiza, precisamente, en la carne (Jn 1,14) humana. Es decir, la iniciativa de Dios pide respuesta –y, por tanto, iniciativa– nuestra. El “sí” de María (38), el “sí” de cada discípulo, permiten a Dios avanzar con su plan. Dios no actúa sin nosotros. Es Padre, pero no paternalista.

  • Las palabras del ángel: “para Dios nada hay imposible” (37), vienen a dar respuesta a la pequeñez humana ante semejante propuesta de Dios. Para María y para nosotros “nada hay imposible” cuando nos ponemos a disposición de la iniciativa de Dios. Por eso no tenemos que “temer” (30). Abrahán, la historia del cual nos recuerdan estas palabras del ángel (Gn 18,14), lo experimentó: mientras quería ser él el creador de un gran pueblo, la promesa de Dios no se podía cumplir; cuando él no tenía fuerzas, Dios actuó.