Pautas para el estudio y reflexión del Evangelio. Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona
La llamada de Jesús a la conversión no es una llamada a la penitencia. No es un esfuerzo para ser mejores. No es una cuestión ética o moral. No se trata de los pecados. Se trata de un cambio de vida. Cambiar dejando otros reinos por el “Reino de Dios”. Acoger el Reino exige un cambio, romper con cosas que nos determinan la vida y dejarnos marcar por Dios ¡Venga, vamos!
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... A su luz puedo mirar qué “pruebas” –tentaciones– me empujan a ser fiel al Reino, a amar a Dios y a los demás –los más pobres–. ¿Quién y qué me ayuda a ser fiel?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... ¿Qué he encontrado que pida ser cambiado, transformado, porque no se ajusta al proyecto de Dios?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas que pueden ayudar a comprender el texto
- “El desierto” (12), en la Biblia, es una zona con poca vegetación, poco habitada y con animales peligrosos. Ahí viven personas dejadas de lado y los perseguidos (Gn 21,14; 1Ma 2,29) así como el diablo y los espíritus malignos (Mt 12,43).
- “El desierto” (12) también es lugar de prueba, corrección, reflexión y encuentro con Dios (Dt 8,2-6 y Os 2,16), para decirle sí o decirle no (13).
- La cifra “cuarenta” en la Biblia equivale a un período de tiempo largo. Tiempo que puede ser de opresión, de seducción, de camino hacia la libertad, de crisis. En cualquier caso, tiempo en el que Dios está cerca. Aquí hay una alusión a la estancia de Moisés en la montaña (Ex 34,28), al camino que recorrió Elías para llegar a la montaña de Dios (1Re 19,8) y a los cuarenta años de peregrinaje de Israel por el desierto (Nm 14,34). También fueron cuarenta los días del Diluvio (Gn 7,17). Todos estos textos están relacionados con la Alianza de Dios con su pueblo.
- Los “cuarenta días” (13) se refieren –en cuanto que significan un tiempo prolongado– a toda la misión de Jesús, el ministerio del cual es un camino que pasa por la prueba y va a la Pascua.
- Tentación (13) significa prueba. Prueba para discernir la profundidad y solidez de la fe. En las dificultades de la vida y en la hostilidad del ambiente se pueden vivir tentaciones que prueban la intensidad de la fe en la persona que cree. El creyente puede triunfar en la prueba –saliendo fortalecido de ella– o puede sucumbir.
- El término “Satanás” (13) significaba originariamente ‘adversario’ y ‘acusador’ o fiscal en un juicio. El Antiguo Testamento imagina que en la corte celestial hay un ‘acusador’ que presenta a Dios las infidelidades de los hombres (Za 3,1-5; Jb 1,6.9) y que ejerce al mismo tiempo el papel de tentador (1Cr 21,1). Después pasa a designar la personificación de las fuerzas del mal y la Sabiduría lo identifica con la serpiente del Edén (Gn 3,15; Sb 2,24).
- La alusión a las “fieras” y a los “ángeles” (13) es una referencia al Paraíso: Cristo, Nuevo Adán, es Señor de la Creación; es el HOMBRE NUEVO que está en paz con el mundo y con el cielo.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
El “Espíritu” de Dios bajaba hacia Jesús en el bautismo del Jordán (Mc 1,10). Ahora, después del bautismo, este mismo “Espíritu” es el que “empuja a Jesús al desierto” (12): Dios quiere rehacer la Alianza con su pueblo, como lo había intentado a través de Moisés y de Elías.
- Aquí (12) se expresa, también, que toda la acción y predicación de Jesús es conducida e impulsada por el Espíritu. Es el Espíritu quien lo envía a “proclamar el Evangelio de Dios” (14).
- El evangelista Marcos nos dice que Jesús es “tentado” por el diablo en el desierto (13), pero, a diferencia de Mateo y Lucas, Mc no se extiende en ello. Da por entendido que Jesús supera todas las pruebas y muestra su fidelidad absoluta a Dios (He 4,15). Así la Creación (representada por las “fieras”, como las del paraíso) volverá al proyecto de Dios.
- El tema de la tentación, en Mc, vuelve a aparecer en Getsemaní, cuando Jesús mismo exhorta a los discípulos a orar para no caer (Mc 14,32-42). La Cuaresma apunta a la Pascua.
Otras notas
Que Mc no insista en las tentaciones de Jesús nos va bien para no insistir nosotros en ellas. No es que no sea un tema importante. Pero a menudo nos centramos en ello y en nosotros mismos en lugar de contemplar a Jesucristo, el Hijo de Dios (Mc 1,1), y la acción del Espíritu (12), que viene a “proclamar el Evangelio de Dios” (Mc 1,1.14).
- Igualmente nos pasa con el tema de la “conversión” (15). La llamada de Jesús a la conversión, que Mc transmite, no es una llamada a la penitencia –la cual no se excluye–. No es un esfuerzo para ser mejores. No es una cuestión ética o moral. No se trata de los ‘pecados’ –a pesar de que esta cuestión tan importante también entra–. Se trata de un cambio de vida. Cambiar dejando otros ‘reinos’ por el “Reino de Dios” que “está cerca” (15). Acoger el Reino exige un cambio, romper con cosas que nos determinan la vida y dejarnos marcar por Dios. No es suficiente, entonces, dejar de ‘pecar’ y continuar viviendo como siempre, acomodados a un sistema de vida injusto con la mayor parte de los hijos e hijas de Dios, acomodados a aquello que tenemos, a unos bienes que nos encierran y que nos alejan de los demás –y, por lo tanto, de Dios–.
- La Cuaresma, entonces, antes que un examen de conciencia sobre los propios pecados con ánimo de dar pasos para mejorar –cosa buena de hacer y necesaria–, es un tiempo para dejarse conducir por “el Espíritu”. Y eso es muy arriesgado. Nos puede llevar a lugares insospechados, nos puede hacer cambiar muchas cosas.