Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona
"Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dará", nos dice Jesús en la página evangélica del próximo domingo. “Pedir en su nombre” no se puede hacer si no es en comunión, en íntima unión de los unos con los otros en Él. "Esto os mando: que os améis unos a otros".
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...Doy un repaso a cómo vivo esta Buena Noticia del Amor, de la alegría. Y cómo la vivimos en el equipo de Revisión de Vida, en el movimiento, en la parroquia...
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... Me fijo en el testimonio de personas que viven la alegría de la fe, la alegría de darse del todo para hacer la voluntad del Padre.
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas sobre los términos “mandamiento” y “siervo” (=esclavo)
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La palabra “mandamiento” (12, 14 y 17) en la Biblia no tiene un sentido legal, jurídico. Significa aquello que te hace llegar a la perfección. El mandamiento del amor, por lo tanto, no es nada que se imponga. El amor no se puede imponer. Sólo se puede ofrecer.
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Sobre el dilema “siervos”-“amigos” (15) hay que tener en cuenta que el “siervo” (el esclavo) ejecuta y que el “amigo” conoce las intenciones. De todos modos, la palabra “siervo”, que aquí Jesús desestima para identificar a sus discípulos, es una palabra que en la Biblia tiene a menudo un sentido positivo para indicar la fidelidad sin reservas a Dios, de manera que es un título de nobleza.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
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Este evangelio de hoy es la continuación del que se nos dio el pasado domingo (Jn 15,1-8).
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Tiene dos partes con una frase central que las une y que es una referencia a la Pascua de Cristo: el amor más grande es el de Jesús, que “da la vida por sus amigos” (13).
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En la primera parte, anterior a este versículo, las palabras de Jesús insisten en decir que los discípulos tienen que “permanecer en su amor” (9) del mismo modo que Él “permanece en el amor del Padre” (10), que es la fuente del amor. Arraigados en este amor, podrán “amarse unos a otros como Jesús los ha amado” (12).
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Lo que sigue al versículo central (13) gira entorno a la palabra “amigos” (13.14.15) y tiene su punto culminante en el “fruto que dure” (16) y la oración que el Padre escucha (16).
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“Permanecer en el amor” no es una cuestión reducida al mundo de los sentimientos. Está íntimamente vinculado a hacer la voluntad de Aquel que ama. Es decir: Jesús es amado por el Padre y hace su voluntad, “guarda sus mandamientos” (10); los discípulos somos amados por Jesús y hacemos –lo podemos hacer porque tenemos este amor– su voluntad (14), “guardamos sus mandamientos” (9). Por lo tanto: “guardar los mandamientos” (10) sólo es posible desde la actitud de acoger el amor de Aquel que los da; y esta voluntad, este “mandamiento”, consiste en amar, en “dar la vida” (13).
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Jesús ha recibido del Padre un mandamiento (10,17-18; 12,49; 14,31; 15,9-10) que le indica lo que tiene que decir, lo que tiene que hacer y como tiene que dar la vida. En una palabra, el mandamiento es la voluntad de Dios sobre Jesús, que lo lleva a dar la vida. El mandamiento que Jesús dejará a sus discípulos será el mismo (15,9-10.13).
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“Dar la vida” (13) es dar vida a los demás, comenzando por los más débiles y por los que tienes al lado. El caso de Jesús es claro, como dice el libro de los Hechos: Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,38). Su muerte en cruz es la culminación de esta vida que da vida paso a paso, una vida que se da totalmente, por amor, no por otra causa que el amor gratuito, el amor que no pide nada a cambio.
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La afirmación que Jesús “da la vida” es frecuente en el evangelio y en las cartas de Juan (Jn 10,11.15.17.18; 15,13; 1Jn 3,16). Este “dar la vida” de Jesús tiene como consecuencia que los creyentes dan la vida los unos por los otros (Jn 15,13; 1Jn 3,16).
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Jesús da a los discípulos el título de amigos. Decir que alguien es amigo de Dios, hasta ahora estaba reservado a Abraham y Moisés, a quienes Dios no sólo confía la ejecución de sus mandamientos, sino que les comunicó, cara a cara, el conocimiento de su designio. Jesús nos comunica su intimidad (15).
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Jesús lleva la iniciativa sobre nosotros, nos eligió (16). Quiere que seamos su presencia en medio del mundo –“dar fruto”–. Y ello sólo será posible si nos amamos unos a otros.
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“Pedir en su nombre” (16) no se puede hacer si no es en comunión, en íntima unión de los unos con los otros en Él (Jn 15,7).
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“Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (11). Esta “alegría” la da la comunión de amor, la comunión de voluntades. No es algo superficial ni momentáneo. Es fruto de haberse situado en esta dinámica del amor del Padre.
** Sugerencia: podemos hacer un estudio de evangelio con los textos en los que aparece “la alegría”: Jn 3,29; 15,11; 16,24; 17,13; Mt 13,44; Lc 1,14.44; 10,21.