Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona
En este domingo, festividad de la Santísima Trinidad, Jesús nos dice: “Yo estoy con vosotros”. Esta presencia de Jesús resucitado “hasta el fin del mundo” asegura que la Buena Noticia que anunció aquel obrero de Nazaret, el hijo del carpintero, continuará difundiéndose por todas partes y el mundo se irá transformando en la dirección del Reino de Dios.
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4 Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...Y me pongo en actitud de adorar “al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”. Y a valorar el propio bautismo en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y me dispongo a acoger la misión que el Resucitado me da. Y reafirmo la confianza en su acompañamiento “todos los días, hasta el fin del mundo”.
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...En nuestra “Galilea” (vida cotidiana) de esta semana, ¿en qué hechos y en qué personas se me ha hecho presente el Resucitado?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas sobre la fiesta de la Trinidad
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Terminada la Pascua, la Iglesia dedica el primer domingo a la contemplación de Dios en aquello que descubrimos en Él de Amor que se derrama hacia el mundo y la humanidad. Dios, Comunión de Personas –Padre e Hijo y Espíritu Santo–, es la fuente de la Comunión.
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No se trata de aproximarnos a Él con la pretensión de entenderlo sino con ganas de dejarnos amar y con ganas de amarlo. Y llenarnos de su Amor para derramarlo también nosotros a nuestro alrededor. Esta es la Misión. Esto es lo que hemos recibido como don en el Bautismo.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
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Esta escena del evangelio es un relato de misión que tiene la misma forma que los relatos de vocación del Antiguo Testamento. Por ejemplo, la escena de la zarza ardiente en la que Dios envía a Moisés a liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto (Ex 3,6.9.12). En este evangelio encontramos, en el centro, el envío de los Once por parte de Jesús (19-20a). Este envío está precedido de la manifestación de autoridad de quien envía: en la persona de Jesús es Dios quien actúa (18). Al envío le sigue la promesa a los enviados de la presencia y acompañamiento de quien envía (20b).
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“Galilea” (16) es donde el Resucitado había dicho que lo encontrarían los discípulos (Mt 28,7.10) como ya había anunciado en la pasión (Mt 26,32).
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La adoración a Jesús por parte de los discípulos (17) es la misma de los sabios de Oriente del comienzo del evangelio (Mt 2,2.11). El término griego indica a la vez el homenaje debido al rey que acaba de nacer y la adoración que damos al Hijo de Dios (Mt 14,33): Jesús es el Emmanuel ... «Dios con nosotros» (Mt 1,23), adorado como resucitado (Mt 28,9) y como Señor (17).
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Las “vacilaciones” de los discípulos mezcladas con la confesión de fe y la adoración (17) no son nuevas en el evangelio: a la duda de Pedro (Mt 14,31) le sigue la adoración y confesión de fe (Mt 14,33). En otros lugares encontramos expresada la poca fe de los discípulos (Mt 6,30; 8,26; 16,8; 17,20).
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“Pleno poder en el cielo y en la tierra” (18) significa que es Señor. Su condición divina no sólo se manifestará al fin de los tiempos, a la hora del juicio, sino también ahora y aquí, ya que es invocado como Señor por los discípulos, es decir, por la Iglesia (Mt 8,25; 14,28.30). Su autoridad se ha manifestado en la enseñanza (Mt 7,29), el perdón (Mt 9,6) y las curaciones (Mt 9,8; 10,1).
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La misión de Jesús y la de los discípulos (19) es universal, es “a todos los pueblos”, como también lo es el llamado juicio final (Mt 25,32): entra todo el mundo, sin exclusiones.
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Esta misión consiste en “bautizar” y “enseñar” (19 y 20), dos acciones que van juntas, que son inseparables. El bautismo pone al discípulo en relación personal con el Señor Jesús y con “el Padre” y con “el Espíritu Santo”. La “enseñanza” “hace discípulos”: da a conocer a Jesús y transmite lo mismo que Él enseñó, no una doctrina sino el anuncio de una vida nueva en Dios. La enseñanza nos pone a los pies del único Maestro, escuchándolo y contemplándolo. Escuchando a Jesús aprendemos a escuchar a los demás, a escuchar al mundo.
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“Yo estoy con vosotros” (20) ya se dijo al principio (Mt 1,23) y también a propósito de la Iglesia (Mt 18,20). Eso mismo lo remarca fuertemente, de otra manera, el cuarto evangelio (Jn 14,16-20). Esta presencia de Jesús resucitado “hasta el fin del mundo” asegura que la Buena Noticia que anunció aquel obrero de Nazaret, el hijo del carpintero (Mt 13,55), continuará difundiéndose por todas partes y el mundo se irá transformando en la dirección del Reino de Dios.