Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona
En la escena evangélica del próximo domingo tenemos dibujado un perfil de discípulo interesante. Ser discípulo de Jesús depende de la voluntad de escuchar y de responder a su llamada. Depende de la disposición a estar con Él en la misma barca, sometido con Él a las mismas tormentas, de contar con Él incluso en las dudas, y de estar dispuesto a escuchar y a hacer caso de su presencia y de su palabra, que pone las cosas en su lugar. Ser discípulo de Jesús es tener la mirada puesta en Él (Heb 12,2) y no dejar nunca de hacerse preguntas sobre su persona: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”.
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Pienso en situaciones y hechos de mi vida en los que, aún yendo en la misma barca que Jesús, he dudado. Me doy cuenta de que Él está siempre con nosotros compartiendo las mismas condiciones.
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... Miro–escucho la vida, los hechos vividos, las personas de mi entorno. ¿Encuentro ahí discípulos de Jesús en camino, en proceso?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas sobre el texto y su contexto
* Retomamos el evangelio de Marcos en donde lo dejamos el pasado domingo. Después de la sección sobre la enseñanza de Jesús en parábolas (Mc 4,1-34), ahora vienen cuatro milagros (Mc 4,35-5,43), en los que Jesús muestra su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, sobre los demonios, sobre las enfermedades y sobre la muerte. Así se nos dice que la fuerza del Reino se manifiesta tanto en las palabras como en los hechos de Jesús.
* “Ese mismo día” (35) es la expresión que une las dos secciones. Y para tener una visión de conjunto del escenario tengamos presente el comienzo de la sección de las parábolas: De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Y se le reunió tanta gente que decidió subir a una barca que estaba en el lago y sentarse en ella, mientras la gente permanecía junto al lago en tierra firme (Mc 4,1).
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
* Jesús quiere pasar a “la otra orilla” (35). Se refiere a la orilla oriental del lago de Galilea, al territorio de los gerasenos, habitado por población no–judía. Jesús comienza a abrir camino hacia los no–judíos. Esto contrasta con el endurecimiento de corazón de muchos de sus oyentes judíos, que acabarán siendo, paradójicamente, los de fuera (Mc 4,11), los que se autoexcluirán del Reino porque miran, pero no quieren ver, escuchan, pero no quieren entender (Mc 4,12).
* Jesús ha venido para anunciar que el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). Para eso ha venido y de ahí su condición itinerante (Mc 1,38). Sus oyentes pueden sentirse invitados a ser discípulos suyos, a seguirlo y vivir el Reino ya presente en la persona del Hijo de Dios (Mc 1,1) hecho hombre.
* Cuando ahora lo vemos yendo a territorio habitado por población no–judía, podemos intuir que también allá ofrecerá su invitación. Ser discípulo de Jesús, por lo tanto, no depende del origen judío o no–judío.
* “El lago … las aguas” (39.41), el mar, en la Biblia representa a las fuerzas contrarias a Dios. Unas fuerzas que sólo Dios es capaz de dominar. Algunos salmos lo expresan muy bien (Sl 89[88],10; 93[92],3-4; 107[106],23-32).
* La escena que contemplamos en esta página del evangelio nos muestra a Jesús que viene a liberar al mundo de las fuerzas que destruyen lo que Dios había creado. Por eso, ante lo que representa este mar, Jesús actúa (39) de manera parecida a como actúa ante un espíritu maligno (lo vemos, por ejemplo, en Mc 1,25).
* Pero esta escena nos enseña mucho, también, sobre qué supone ser discípulo de Jesús, seguir a Jesús, ir con Jesús. Vemos, en primer lugar, que los discípulos están con Jesús en la misma barca. En segundo lugar, vemos que Jesús es el timonel: nos lo indica la alusión al “almohadón” (38), situado en el lugar en donde solía sentarse el timonel de la barca. Por lo tanto, Jesús es quien guía. Pero Maestro y discípulos comparten las mismas condiciones: juntos atraviesan el mismo mar en la misma barca.
* Fijándonos en lo que se vive en la barca, encontramos que a los discípulos les parece que el timonel duerme. La duda es condición de discípulo: “¿Aun no tenéis fe?” (40). Todo discípulo de Jesús está siempre en proceso, en camino. Toda la Escritura da testimonio de esta condición de los creyentes (por ejemplo, Ex 17,7).
* Pero también comprobamos que, en la duda, los discípulos se dirigen a Jesús. En la duda la oración tiene lugar. Una oración que tiene un cierto tono de reproche. Es la de tantos hombres y mujeres que están abiertos a Dios, pero, por las causas que sea, lo miran de lejos y con muchos interrogantes.
* También vemos que Jesús responde. Jesús está ahí. Y no duerme. Está llevando el timón. Su respuesta es la palabra: una palabra eficaz, que vence al mal –“increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate!” (39)–, una palabra cuestionadora, que anima a creer –“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aun no tenéis fe?” (40)–. Jesús, por lo tanto, está ahí y, con su presencia y su palabra, pone las cosas en su lugar: “El viento cesó y vino una gran calma” (39).
* Ser discípulo de Jesús, entonces, depende de la voluntad de escuchar y de responder a su llamada. Depende de la disposición a estar con Él en la misma barca, sometido con Él a las mismas tormentas, de contar con Él incluso en las dudas, y de estar dispuesto a escuchar y a hacer caso de su presencia y de su palabra, que pone las cosas en su lugar. En definitiva, ser discípulo de Jesús es tener la mirada puesta en Él (el autor de la Carta a los Hebreos lo expresa muy bien: He 12,2) y no dejar nunca de hacerse preguntas sobre su persona: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!” (41).