DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B - 2024

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Josep María Romaguera Bach. Diócesis de Barcelona

Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo

1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana

3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Qué experiencias he tenido en mi vida de ser “tocado/a” por Jesús, transformado/a por Él?

5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... ¿Qué personas piden vida nueva? ¿Cómo puedo transmitirles algo de la vida que “sale” de Jesús?

6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

Notas sobre el texto y su contexto

 

  • Jesús regresa del viaje que ha hecho a la otra orilla del lago. Allí actuó (Mc 5,1-20). Y el resultado ha sido que un hombre de aquellas tierras se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados (Mc 5,20). Es decir, el anuncio de las obras del Señor y de su compasión (Mc 5,19) se ha hecho en tierras de paganos.

  • Ahora estamos de nuevo en territorio judío. Pero la novedad evangélica que se ponía de manifiesto en territorio pagano también aparece aquí. Por un lado, aparece el antiguo Israel, representado por el “jefe de la sinagoga” (22). Un Israel que ya no da de si: sus obras, representadas en la “niña” (23), están “en las últimas” (23), muriendo. Pero en esta situación irrumpe la mujer en estado de impureza ritual. Ella representa la novedad que aporta Jesús: todo el mundo tiene un lugar en el nuevo Israel que se inaugura.

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

  • Jairo, que representa al antiguo Israel, se acerca con humildad a Jesús porque con Él llega la renovación, la vida nueva para el pueblo de Dios: –“se echó a sus pies” (22)–.

  • Le pide la imposición de manos (23). En el Nuevo Testamento una de las cosas que significa este gesto es el don del Espíritu (Ac 19,6), el aliento de vida que ya encontramos al comenzar la historia del pueblo de Dios (Gn 2,7).

  • Jesús acompaña a Jairo a su casa (24): Dios no deja nunca a su pueblo.

  • La situación de partida de la mujer –impura, según la Ley, por las hemorragias y que, por eso, no puede acercarse a nadie, ni a Dios– representa el resultado de las obras de la Ley. En el fondo, la situación de partida de Jairo representa lo mismo: la Ley no le da vida.

  • La mujer “oyó hablar de Jesús” (27). Es decir, alguien le ha hecho el anuncio del evangelio. Y a ella se le ha abierto el horizonte: el viejo Israel no le ha dado salud; Jesús sí que se la puede dar (28). (Una misma palabra griega sirve para designar la curación física y la salvación.)

  • Esta mujer se acerca a Jesús reconociendo la propia indigencia (27). La actitud es muy parecida a la de Jairo. Ambos han reconocido en Jesús a quien puede darles vida nueva.

  • La mujer toca” a Jesús (27). Y, al mismo tiempo, su vida es tocada por Jesús: “notó que su cuerpo estaba curado” (29).

  • Después vemos que también “la niña” es tocada por Jesús: “la cogió de la mano” (41). La niña está realmente muerta (39), pero Dios tiene el dominio sobre la muerte y puede hacer que sea una situación solamente momentánea, como la de quien duerme y después despierta.

  • Jesús aparece como quien puede “levantar” (=resucitar) (41) al pueblo que “está en las últimas” (23), el único que puede “curar” de verdad (29).

  • Ante este Jesús, para recibir la salvación lo que nos hace falta es la fe (34 y 36) y no las obras de la Ley, que no salvan. Ello significa que para acercarse a Jesús no es necesario poseer ningún mérito. Ningún currículum se le tiene que presentar a Jesús, ni se tiene que pasar ningún examen para ser aceptado y acogido por Él. Lo que hace falta, eso sí, es estar abiertos, dispuestos a que nuestra vida, toda, sea tocada y transformada per Él. En este sentido, la fe compromete (32-33 y 40).

  • Pedro, Santiago y Juan” (37) acompañan a Jesús. Quien quiere ser discípulo de Jesús tiene que seguirlo muy de cerca, comprometerse con Él. Así lo conocerá y lo amará. Los tres apóstoles representan a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, el pueblo renovado por la Pascua de Jesús, testigo de su muerte y resurrección, llamado a hacer lo mismo que Él hace, a llevar a cabo la misma misión del Hijo.