Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
El evangelio nos regala este domingo el relato de las bienaventuranzas. Con la contraposición entre las bienaventuranzas y las amenazas, Lucas presenta el Reino de Dios como la inversión de la situación actual: Dios opta por darse, por dar su Reino, a quienes ahora y aquí se encuentran en necesidad. Es una opción que no justifica de ninguna manera esta situación injusta: por eso aparecen enseguida y en paralelo las amenazas a los “ricos, saciados...”. Se trata de invertirlo ahora y aquí.
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Según el evangelio, la situación normal de quienes seguimos a Jesús es la de ser como él: “pobres”, crucificados... pero “dichosos” de seguir este camino. ¿Es lo que constato mirándome a mí mismo y a la Iglesia? ¿En qué estoy/estamos cerca y en qué lejos de Jesús?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... ¿De qué experiencias de seguimiento de Jesús he sido testigo?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
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Entre la llamada a Simón y a sus compañeros pescadores (Lc 5,1-11), texto que nos regalaba la misa del pasado domingo, y esta proclamación de las bienaventuranzas (Lc 6,17ss), el evangelista Lucas ha puesto mucha vida: otra llamada (Lc 5,27-32), algunas curaciones (Lc 5,12-26; 6,6-11) y algunas discusiones (Lc 5,33-6,5).
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Y, justo antes de este ‘sermón del llano’ que hoy comenzamos, dice que Jesús salió al monte a orar (Lc 6,12) y que después de la oración llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que dio el nombre de apóstoles (vv. 13-16). Son los que bajan con él hacia el “llano” al encuentro del “grupo grande de discípulos” (17).
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También es bueno que tengamos en cuenta a la “gran muchedumbre del pueblo” (17) que venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos (Lc 6,18-19). Son dos versículos que la liturgia ha dejado de lado para ir directamente al texto de las bienaventuranzas y las amenazas; sin embargo, son una ayuda para entenderlas, ya que explican la motivación de aquellos que se habían reunido en el llano.
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Con la proclamación de las bienaventuranzas a los pobres, Jesús da cumplimiento a la profecía que él mismo leía en la sinagoga de su pueblo: enviado a llevar la buena nueva a los pobres (Lc 4,18).
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El género literario de la bienaventuranza es clásico en la Biblia para expresar la Felicidad que proviene de Dios (1Re 10,8; Sl 1,1).
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Jesús se dirige al grupo de “sus discípulos” (20) en presencia de mucha gente venida de todas partes, en especial de lugares del extranjero –“Tiro y Sidón” (17) son dos ciudades importantes de la costa fenicia, fuera de los límites de Israel–. De esta manera Lucas da un mensaje a la Iglesia, “sus discípulos”, a la que se ha incorporado gente de todo el mundo. Y el mensaje es para “felicitar-los” o para advertirlos.
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Con la contraposición entre las bienaventuranzas (22-23) y las amenazas (24-26), Lc presenta el Reino de Dios como la inversión de la situación actual: Dios opta por darse, por dar su Reino, a quienes ahora y aquí se encuentran en necesidad. Es una opción que no justifica de ninguna manera esta situación injusta: por eso aparecen enseguida y en paralelo las amenazas a los “ricos, saciados...”. Se trata de invertirlo ahora y aquí.
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Jesús se dirige a sus discípulos: “los pobres”, los que tienen “hambre”, los que “lloran”, los “odiados por su causa” (20-22). Para ellos la salvación “ahora” ya ha llegado en Jesús: el Reino “es vuestro”. Dios “ahora” ya está con ellos, pobre con ellos, crucificado con ellos. Así Dios mismo pone de manifiesto la injusticia: en la cruz de Jesús queda denunciado todo el mal que sufren los pobres.
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El evangelio según Lucas es especialmente sensible a la predilección de Jesús por los pobres, que es la predilección de Dios (Lc 4,18; 7,22; 14,13.21; 16,19-26; 19,8).
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Vendrá el día en qué el Reino será de ellos en plenitud. La resurrección de Cristo será la de ellos. De ahí que el/la discípulo/a pueda “alegrarse y saltar de gozo” (23), no porqué es pobre, no porqué sufre... sino porqué en esta realidad experimenta que vive en el camino de Jesús, el camino del Dios-Amor, el camino del amor de los hermanos. Son “dichosos” perqué Dios está de su lado.
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Las amenazas (24-26) también están dirigidas a “vosotros” (24.25.26). Significa que en la misma comunidad de los discípulos a la que se dirige Lucas los hay que, con los años, han olvidado el origen de su camino de seguimiento de Jesús. Ya no siguen un camino: se han instalado en una religión. Por otro lado, tienen el corazón ocupado en sí mismos –en sus riquezas– y no dejan espacio a los demás ni a Dios. Las riquezas tienden a ser el consuelo de una persona, a cerrarla en sí misma y a ocupar toda su vida.
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En cualquier caso, Lucas recuerda a todos los discípulos, a unos y a otros, que no tienen que dejarse seducir por las riquezas ni vivir satisfechos de sí mismos e indiferentes a las necesidades de los demás. En otro lugar del evangelio de Lucas, Jesús dice: no podéis servir a la vez a Dios y al dinero (Lc 16,13).
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La cuarta amenaza (26) advierte al discípulo que ha de temer a los halagos: son una mala señal. Seguir a Jesús no conlleva halagos. Si miramos al mundo y vemos que no hay justicia para todos, los elogios a los cristianos indican de qué lado estamos (o de qué lado nos quieren poner con tal que no molestemos).