Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... En todo lo que estoy viviendo actualmente, ¿Qué ‘pruebas’ –tentaciones– me exigen ser fiel al Reino, amar a Dios y a los demás –a los más pobres–? ¿Qué medios pongo para descubrirlo? ¿Cómo el equipo, el movimiento, la comunidad... me ayuda para ello? ¿Cómo aprovecharé la cuaresma?
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...¿Qué testimonios he tenido de obediencia a la voluntad de Dios, de servicio a los demás, de una fe que no se basa en el espectáculo sino en la entrega?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
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“El desierto” (1), en la Biblia, es una zona con poca vegetación, poco habitada y con animales peligrosos. Ahí viven los rechazados y perseguidos (Gn 21,14; 1Ma 2,29) y “el diablo” (2) y los malos espíritus (Lc 11,24). Es también lugar de prueba, de corrección, de reflexión y de encuentro con Dios (Dt 8,2-6 i Os 2,16). Lugar o situación para decir SÍ a Dios o, cediendo a la tentación, decirle NO.
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La cifra “cuarenta” (2) en la Biblia equivale a un período de tiempo largo. Tiempo que puede ser de opresión, de seducción, de camino hacia la libertad, de crisis. En cualquier caso, tiempo en el que Dios está cerca. Aquí hay una alusión a la estancia de Moisés en la montaña (Ex 34,28), al camino que recorrió Elías para llegar a la montaña de Dios (1Re 19,8) y a los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto. También fueron cuarenta los días del Diluvio (Gn 7,17). Todos estos textos están relacionados con la Alianza de Dios con su pueblo.
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La tentación (2) es la prueba en la que se puede discernir la profundidad y solidez de la fe. En las dificultades de la vida, pero también en los momentos en los que parece que todo va bien, se pueden vivir tentaciones que prueban la intensidad de la fe en la persona que cree. En la prueba el creyente puede triunfar –saliendo fortalecido de ella– o puede sucumbir.
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Jesús “regresó del Jordán” (1), donde se puso de manifiesto quien es (Lc 3,21-22).
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La cifra “cuarenta” (2), símbolo de un período de tiempo largo, indica que estamos ante toda la misión de Jesús, que viene a enfrentarse al mal.
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Es en toda su misión que Jesús está “lleno de Espíritu Santo” (1): el Espíritu Santo es quien conduce toda la misión de Jesús (Lc 1,35; 3,16.22; 4,14.18; 10,21).
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El Espíritu da la fuerza para afrontar las tentaciones (2) y cualquier tipo de dificultad.
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Jesús da testimonio a los discípulos, que también serán tentados (Lc 22,3.31.40), y les enseña a orar para no caer en tentación (Lc 11,4).
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La primera tentación (3) es la de actuar sin obedecer al Padre. La voluntad del Padre es que el “Hijo” haga el camino de la humanidad. Jesús responde (4) que el auténtico alimento es hacer esta voluntad (lo hace citando Dt 8,3, donde se expresa la necesidad que tiene la humanidad de la palabra que sale de la boca de Dios). Hacer la voluntad del Padre –ser hombre con todas las consecuencias– es la única cosa que puede identificar a Jesús como “Hijo de Dios”.
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La segunda tentación (5-7) propone creer que se puede ser señor del mundo y de las cosas, y que se puede estar por encima de los demás. Es adorar (7) al poder con la adoración que sólo Dios, como único Señor del mundo, merece. Jesús responde (8) con la adoración al único Señor de todo (Dt 6,13), el único que está realmente por encima y que, sin embargo, ha venido para ponerse por debajo de todos (Lc 12,37; Fl 2,6-11).
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La tercera tentación (9-11) es la que se produce cuando dudamos de si Dios está o no está con nosotros: tentar a Dios, exigirle signos espectaculares para demostrar que está. En este caso el diablo manipula la Biblia (Sl 91,11-12), se la sabe como nadie. Jesús (12) no pide ningún signo porque Dios está con Él (Dt 6,16).
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Esta tentación nos hace contemplar a Jesús al final de su camino, a “Jerusalén” (9), donde con su muerte y resurrección –Pascua– superará definitivamente la prueba del tentador y mostrará plenamente su obediencia al Padre (Lc 23,46).
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El evangelio de Lucas presenta a Jesús, en su vida pública, como más poderoso que las fuerzas del mal (Lc 10,18-19). Su presencia retorna la salud a los hombres y mujeres víctimas del mal (Lc 13,16; Ac 10,38). Pero “el diablo” siempre espera “el tiempo oportuno” (13) para actuar, y lo aprovechará, sobre todo, en el momento de la pasión (Lc 22,3.31.53). La resurrección (Lc 24) será la derrota definitiva del autor de la confusión y la división entre las personas.