Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Avanzamos en la Cuaresma. Este domingo es el texto de la transfiguración. Jesús “es el Hijo”. Es a Él a quien hay que “escuchar”. Él actualiza la Ley y los Profetas, de manera que ahora es la única y definitiva Palabra de Dios, vida para la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios.
Pauta para el Estudio de Evangelio personal o compartido en grupo
1. Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer
2. Anoto algunos hechos vividos esta última semana
3. Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo
4. Anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... Contemplo a Jesús en su oración. Me planteo cómo es mi oración, cómo escucho en ella cuál es la voluntad del Padre y cómo me dejo comprometer por esta voluntad en favor de los hermanos.
5. Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor... ¿A qué persones encuentro ahí que estén llevando un camino de pasión y muerte? ¿Cómo concreto mi seguimiento de Jesús que camina con ellos hacia la Pascua?
6. Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)
7. Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas por si hacen falta
Notas sobre los símbolos en este texto
- “Pedro, Juan y Santiago” (28), testigos de los principales hechos del ministerio de Jesús, cuando aparecen juntos, y con Jesús, son puestos por el evangelista como representación de la Iglesia.
- La “montaña” (28), como símbolo, es lugar de la revelación de Dios y, por eso mismo, lugar de oración (28).
- Y la “nube” (34-35) expresa la presencia misteriosa de Dios (Ex 40,35).
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
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Que Jesús subió “para orar” (28) no es una anécdota. El evangelista Lucas, intencionadamente, nos lo presenta a menudo en oración (Lc 5,16; 6,12; 9,18.28; 10,21; 11,1; 22,32.39-46; 23,34.46).
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Contemplar a Jesús orando en esta escena nos muestra algunos elementos importantes que forman parte de la oración: el diálogo con Dios (35) y el compromiso (31), por ejemplo.
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En lo que describe el evangelista sobre el aspecto de Jesús (29), resuena el libro del Éxodo cuando describe que Moisés recibía la Ley: Luego, bajó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él. Aarón y todos los israelitas miraron a Moisés, y al ver que la piel de su rostro irradiaba, temían acercarse a él (Ex 34,29-30). Se trata, entonces, de un momento muy importante de encuentro con Dios, cara a cara, momento de sellar la Alianza.
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Lo que ven los discípulos, a pesar del sueño (32), tiene dos aspectos: la transfiguración de Jesús (29) y la aparición de Moisés y Elías (30-31).
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Moisés y Elías tienen en común que ambos habían hablado con Dios en la montaña del Sinaí. En esta escena aparecen juntos en la cima (28) donde también escucharán a Dios que habla (35).
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También tienen en común, Moisés y Elías, que ambos terminan la vida de manera extraordinaria (Dt 34,6; 2Re 2,11). La escena de la transfiguración, precisamente, anticipa la muerte y resurrección de Jesús.
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Moisés representa la Ley; Elías, los Profetas. Juntos representan la antigua Alianza. Ley y Profetas es lo que tenía el pueblo de Israel para escuchar la Palabra de Dios. Es como Dios se había manifestado hasta que ha llegado el tiempo de manifestarse en Jesús, el “Hijo” (35).
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Que ha llegado este tiempo también es indicado con la figura de Elías: una tradición inspirada en el último anuncio del último de los profetas (Ml 3,23) aseguraba que Elías vendría a preparar al pueblo para que recibiera al Mesías.
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“Hablaban de su partida...” (31). La referencia de esta palabra, “partida”, en la antigua alianza, es la palabra ‘éxodo’, la “partida” pascual, liberadora, de Egipto. Ahora se trata del éxodo de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús (Lc 9,51). Se nos afirma, entonces, el carácter salvador de la Pascua de Jesucristo.
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“Jerusalén” (31) será el escenario en el que tendrán lugar estos hechos salvadores. Lucas remarca mucho la importancia simbólica de Jerusalén, lugar que, según el Antiguo Testamento, Dios había escogido para residir y desde donde se revelaría a todos los pueblos de la tierra.
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Las “tres tiendas” parecen poner al mismo nivel a Jesús y a Moisés y Elías (33). Pero se nos ha dicho antes que los dos hombres “se alejaban” (33). Y la “voz desde la nube” (35) revela que hay una diferencia muy especial entre ellos: Jesús “es el Hijo” (35). Es a Él a quien habrá que “escuchar” (35). Él actualiza la Ley y los Profetas, de manera que ahora es la única y definitiva Palabra de Dios, vida para la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios.
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La “voz” que se oye “desde la nube” (35) es parecida a la que se había oído, desde el cielo, en el momento del bautismo de Jesús (Lc 3,22). Entonces se dirigía a Jesús mismo, dándole identidad. Ahora, en cambio, se dirige a los discípulos, para animarles en la fe que, en el camino que emprenderán hacia la Pascua, les permitirá reconocer a Jesús como Hijo de Dios, y para invitarles a escucharlo.
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En la afirmación de que Jesús es “el escogido” (35), resuenan Is 42,1 y 49,7, textos que se refieren al siervo del Señor, el Siervo sufriente. Y en la invitación a escucharlo resuenan unas palabras de Moisés: El Señor tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis (Dt 18,15).