Josep María Romaguera i Bach. Diócesis de Barcelona
Con esta celebración del Jueves Santo la Iglesia entra en el seguimiento de Jesús en su pasión, muerte y resurrección. San Pablo nos invita a "tener los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo" (Fl 2,5). Además, la Cena de Jesús con los apóstoles condensa elementos básicos de la vida cristiana: la eucaristía, el ministerio–servicio y la ‘caridad’, palabra que significa amar como Dios ama.
Notas por si hacen falta
Notas sobre la fiesta y sobre el texto
-
Con esta celebración del Jueves Santo la Iglesia entra en el seguimiento de Jesús en su pasión, muerte y resurrección. Queremos tener los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo, como dijo san Pablo (Fl 2,5).
-
La misa de la Cena del Señor con los apóstoles condensa diversos elementos básicos de la vida cristiana: la eucaristía, el ministerio–servicio y la ‘caridad’, palabra que significa amar como Dios ama.
-
La narración que Juan hace de la cena del Señor es muy diferente de la que hacen los demás evangelistas. La Iglesia ha integrado las dos tradiciones. El lavatorio de los pies simboliza como se funda y se mantiene la comunidad de los discípulos.
-
Puede ser bueno trabajar el conjunto de los capítulos 13-17 de Jn, previos al relato de la pasión y muerte (cc. 18-19), que la Iglesia contempla el Viernes Santo.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
-
En el evangelio de Juan Jesús lleva la iniciativa en todo momento. Especialmente, en todo el proceso que lo lleva a la muerte en cruz. El v.1, que introduce a la escena de la cena, es una buena muestra de ello: “sabiendo Jesús...”, “habiendo amado... los amó hasta el extremo”. Es Jesús quien va por delante.
-
Esta iniciativa ya la habíamos encontrado antes: El Padre me ama porque yo entrego mi vida, aunque la recuperaré de nuevo. Nadie me la quita por la fuerza; soy yo quien libremente la doy. Tengo poder para darla y para volver a recuperarla; y esta es la misión que debo cumplir por encargo de mi Padre (Jn 10,17-18).
-
Sobre “la hora” (1), hay que tener presente que es un concepto teológico, no tiene el uso que le damos habitualmente en nuestro lenguaje. La hora de Jesús es la hora del cumplimiento de la voluntad del Padre, la glorificación sobre la cruz. Es decir, la hora en la que la muerte ya no tendrá ningún poder sobre la vida de nadie. Releyendo Jn 3,16, la voluntad del Padre, que tanto amó al mundo, es que no perezca nadie, que todo el mundo tenga vida eterna. Por eso no dudó en entregarle a su Hijo único. La misión del Hijo llega a su punto culminante en la Pascua.
-
“Los amó hasta el extremo” (1) expresa que dar la vida será la culminación del amor de Jesús por la humanidad. La afirmación de que Jesús da la vida es frecuente en el evangelio y las cartas de Juan (Jn 11.15.17.18; 15,13; 1Jn 3,16). También se expresa ahí la consecuencia para los discípulos: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13); En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (1Jn 3,16).
-
Que todo esto suceda en una cena también tiene significación. En la mentalidad semítica, compartir una cena no es comer juntos un alimento, solamente, sino compartir unas ideas y entrar en comunión de sentimientos. En esta perspectiva, la presencia de Judas (2) supone una anomalía. Pero Jn expresa muy bien que el auténtico protagonista de la traición es “el diablo” (2) que “ya le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara”. La palabra “diablo” significa el que divide, el que separa.
-
La acción de lavar los pies evoca algunas palabras de Jesús recogidas por los evangelios sinópticos, como estas que dice, precisamente, en el contexto de la última cena: yo estoy entre vosotros como el que sirve (Lc 22,27), o lo que dice en el contexto de una parábola (Lc 12,35-38): el señor... los hará sentar a la mesa y él mismo les irá sirviendo. Con esta acción Jesús está diciendo que, siendo el “Maestro” y el “Señor” (13), ocupa el lugar del siervo.
-
Pedro no puede aceptarlo: el Señor es el Señor y el siervo es el siervo. Antes de este momento Pedro había confesado su fe en Jesús: tú eres el Santo de Dios (Jn 6,69). Los evangelios sinópticos también recogen el rebote de Pedro, como representante de los Doce, en el momento en que Jesús, reconocido como Mesías, Hijo de Dios, (Mt 16,22) anuncia su muerte y resurrección (Mt 16,21-28). En el fondo, Pedro expresa lo que sentimos la mayoría de los humanos ante un Dios que asume la condición humana débil y limitada. De entrada, preferimos a un Dios lejano, que no se nos meta en casa. Porque aceptar como “Señor” al que ocupa el lugar del siervo supone “tener parte con él” (8), es decir, compartir su vida de siervo, su muerte y su resurrección.
-
El contraste entre la incomprensión del “ahora” (7) y el reconocimiento del “más tarde” (7) marca todo el evangelio de Juan (Jn 2,22; 7,39; 8,28; 12,16; 13,19; 14,29). Son los dos niveles en qué se mueve el texto: el de la vida de Jesús y el de la vida de la comunidad, ya iluminada con la luz del Espíritu después de la glorificación de Jesús. Es decir, la Pascua supone un cambio. La fe es un don que recibimos por la Pascua de Jesucristo.
-
La invitación de Jesús, “también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (14), nos recuerda a los otros evangelios: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mt 20,26-28).
-
La expresión “lo que yo he hecho con vosotros” (15) indica lo que tiene que ser la vida del discípulo: dejarse modelar según Jesús, amar como él –os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros (Jn 13,34)– y dar la vida como él –en esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (1Jn 3,16)–.