Propuesta de José Maria Tortosa Alarcón
INQUIETOS Y NERVIOSOS CON TANTAS COSAS
Veíamos la semana pasada lo importante que era hacer el bien a cualquier prójimo, a cualquier persona, porque en ello estaba la razón de ser de nuestra fe. Pero, claro, esta fe ha de alimentarse de alguna manera, pues de lo contrario se enfría, languidece y muere. Hay que buscar la fuente de la que brota todo compromiso cristiano, la fuente que le da sentido al hacer el bien.
La clave nos la da la Palabra de Dios de hoy (Gn 18,1-10a; Sal 14, 2-5), especialmente el evangelio (Lc 10,38-42) cuando dice el Señor a Marta: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas”, cuando sólo una es necesaria, el acoger la Palabra de Dios en tu vida para que pueda hospedarse, quedarse como un okupa.
Es verdad que no se pueden dejar de atender las necesidades de los hermanos y nuestras actividades o responsabilidades personales y parroquiales, pero también es necesario dedicar tiempo a serenarse, a encontrarse con el Dios de la vida y la misericordia, a tener experiencia de Dios en nuestra vida, “la mejor parte”, para poder vivir con más intensidad las consecuencias de este encuentro con Dios a través de su Hijo Jesús y el Espíritu Santo que tenemos derramado en nuestros corazones.
Jesús nos desconcierta como desconcertó a sus paisanos y a sus discípulos. Jesús con tal de ofrecer la mejor parte, es capaz de saltarse las normas establecidas en la sociedad judía y admitir en su grupo de discípulos a una mujer, María, que, “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”. Estaba sentada, en actitud de discípula que aprende de su maestro, acción que sólo estaba reservada a los varones, no a las mujeres judías, que no podían acceder al estudio de la ley ni, por tanto, aprender de ningún maestro. El evangelista nos está recordando que Jesús concede el lugar de discípulas a las mujeres, las acepta en su escuela, porque él ha venido para que toda persona tenga vida.
La oración en nuestras vidas es útil y necesaria porque nos ayuda a discernir y a centrar nuestra acción para descubrir lo que es más necesario. Necesitamos alimentar nuestra vida de la Palabra de Dios, como también necesitamos alimentarla de su cuerpo y de su sangre. Y, esto, lo tenemos cada vez que nos sentamos a orar, cada vez que nos encontramos en la Eucaristía. Pero, todo ello, sin descuidar la acción, el hacer el bien.
Y, esto lo descubrimos en Jesús, que siempre nos aporta novedad, ¡esta sí que es la mejor parte! Jesús nos ofrece con su palabra y su acción una novedad constante en todo lo que hace, una novedad que sobrepasa las normas establecidas de la ley judía que todo lo tenía reglado y delimitado.
Jesús nos enseña a ser contemplativos, personas de oración en la acción, porque la una no puede entenderse sin la otra: “no todo el que dice Señor, Señor entrará en el Reino de los cielos, sino el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica”. Jesús nos enseña a no estar inquietos y nerviosos con tantas cosas, sino a centrarnos en lo importante, en lo que merece la pena dar la vida. Y, esto, es siempre novedad, pues cada día trae su afán y cada época de la vida también; cada contexto cultural, social y religioso nos exige buscar la mejor parte y hacer lo mejor en bien de las personas.
“Necesitamos aprender el arte de escuchar. Necesitamos hacer silencio, curarnos de tanta prisa, desprendernos de tanto agobio, detenernos despacio en nuestro interior, sincerarnos con nosotros mismos, sentir la vida a nuestro alrededor, sintonizar con las personas, escuchar la llamada silenciosa de Dios y captar la ternura de Dios” (F. Ulibarri). Necesitamos conocer cada día más y mejor a Nuestro Señor Jesucristo (cfr. Antoine Chevrier, fundador de los sacerdotes del Prado), porque es nuestra mejor parte.
José Mª Tortosa Alarcón. Presbítero en la Diócesis de Guadix-Baza
PREGUNTAS:
- ¿Con cuál de las dos hermanas te identificas más? ¿Por qué? ¿Qué aporta en tu vida cada una de las actitudes de estas dos hermanas? (Marta y María).
- ¿Hemos comprendido, como María, la buena noticia que trae Jesús? ¿En qué la concretas? ¿A qué te compromete?
- ¿Qué tiempo dedicas en tu vida para conocer a Nuestro Señor Jesucristo?