Domingo 23 T.O. - C

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Propuesta de Josep Maria Romaguera Bach

El camino hacia Jerusalén es cuesta arriba. Para seguir a Jesús tenemos que descargarnos de otros intereses, necesitamos todas las fuerzas. No porque Él nos lo ponga difícil. De lo que se trata es de que sea Él quien lo marque todo en la vida, todos los aspectos, todas las dimensiones. Entonces notaremos que su carga es ligera.

 

8 septiembre 2019

 

Evangelio según Lucas (14,25-33)

En aquel tiempo, 25 mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

26 –Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 27 Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. 28 Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29 No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, 30 diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.” 31 ¿O que rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? 32 Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 33 Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

 

Pauta para hacer Estudio de Evangelio, personal o compartido

1

Oración para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y amar a Jesucristo y, de este modo, poder seguirle mejor y darlo a conocer

2

Anoto algunos hechos vividos esta última semana

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Leo/leemos el texto. Después contemplo y subrayo

4

Ahora anoto lo que descubro de JESÚS y de los demás personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...

Calculo mis fuerzas: ¿qué relaciones y qué otros ámbitos de mi vida no están todavía marcados por el seguimiento de Jesús? ¿Tengo algunos “bienes” que me son una carga y me dificultan el seguimiento?

5

Desde el evangelio, vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi alrededor...

Entre las personas que conozco, ¿qué testimonios tengo de desprendimiento, de renuncia a los “bienes” por seguimiento de Jesús? Doy tracias a Dios.

6

Llamadas que me hace –que nos hace– el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso(s)

7

Oración. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

 

Notas por si hacen falta

 

Notas para seguir el hilo del Evangelio

  • Siguiendo con la imagen de los banquetes y las mesas, entre el evangelio del pasado domingo y este de hoy, Lucas presenta la bonita parábola de los invitados al banquete: Lc 14,15-24. Leámosla en el libro de los Evangelios, ya que la liturgia no la recoge.
  • La parábola es dicha por Jesús a propósito de la exclamación de uno de los convidados al banquete en el que él también participa: ¡Feliz aquel que sea invitado a comer en el reino de Dios! (Lc 14,15). Esta exclamación parece una aprobación entusiasta de lo que Jesús acababa de decir: en el Reino de Dios los primeros invitados son los pobres, lisiados, cojos y ciegos (Lc 14,13). De todos modos, Jesús responde a este comensal entusiasta, para que se entienda adecuadamente.
  • Una vez terminado el banquete, Jesús sigue el camino hacia Jerusalén. Es donde nos encontramos ahora.

 

Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio

 

  • El centro de este texto está en el último versículo: “el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (33). Vemos ahí que Jesús se dirige a los que ya son discípulos suyos y quieren seguir siéndolo. Algunos habían emprendido el camino muy pronto (Lc 5,11.28). Y les dice que el auténtico discípulo tiene que compartir el desprendimiento que es característico de la manera de vivir del Maestro. Y, en cualquier caso, ningún criado puede servir a dos amos al mismo tiempo (Lc 16,13).
  • Cuando dice los “bienes” se trata de los bienes materiales ­­–precisamente Jesús acaba de decir que en el Reino quienes no tienen bienes materiales son los primeros (Lc 14,12-24)–. Más adelante Lucas concretará mucho esta cuestión, como podemos ver en el caso del hombre rico: vende todo lo que posees y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo. Luego, vuelve aquí y sígueme (Lc 18,22), o en el caso de Zaqueo (Lc 19,1-10). Y antes, al comenzar el camino hacia Jerusalén, ya había anunciado las condiciones del seguimiento (Lc 9,23-27.57-62).
  • Pero Jesús también habla de otros bienes, como la familia y la propia vida (26). ¿Qué quiere decir Jesús con estas condiciones para seguirlo?
  • A menudo leemos las comparaciones en clave bueno–malo o positivo–negativo. Si lo hacemos así para abrir el significado de los vv. 26-27, nos equivocaremos. Amar ‘más’ a Jesús que “al padre y la madre...” (26) no significa, de ninguna manera, que amar a Jesús sea bueno/positivo y amar a los miembros de la propia familia sea malo/negativo. Igualmente, respecto del amor “a sí mismo” (26). El mismo Jesús ratifica el mandamiento de la Ley que propone como inseparables el amor a Dios por encima de todo y el amor al prójimo. Y este segundo amor, dice la Ley, tiene la fuerza del amor “a sí mismo” (Lc 10,27).
  • La clave, entonces, quizá sólo la encontraremos si cambiamos el punto de vista y nos lo miramos desde otro lado. Es decir, aquello que vivimos en cuanto a los afectos: el amor a la familia, a la pareja, a los amigos..., todas las relaciones humanas, en cuanto que son buenas y nos hacen crecer humanamente, pueden ser todavía mejores si las vivimos amando a Jesús y siguiéndolo en todo. Igualmente, respecto a la propia vida: seguir a Jesús nos puede llevar a tomar, como él y con él, “la cruz” (27). Como él, no para menosprecio de la vida sino por amor. Se trata de dar la vida por amor. Dar, generosamente, aquello que amas mucho, aquello que tiene mucho valor, para que otros vivan.
  • Dicho de otra manera: Seguir a Jesús es un acto de libertad fruto de una decisión tomada con libertad. Pero no hay nada, ningún ámbito de la vida –desde las relaciones con cualquier persona hasta los rincones más profundos de la propia intimidad–, que escape a las consecuencias que tiene el seguimiento de Jesús.
  • De que el seguimiento de Jesús provoca el cambio de todas las relaciones humanas, tenemos un testimonio en la segunda lectura de la misa de hoy, Flm 1,9-17: Onésimo ha pasado, por la fe, de ser esclavo a ser hermano. Esto es un hecho más allá de la legislación que contemplaba la esclavitud como normal. El seguimiento de Jesús abre caminos al cambio de las estructuras.
  • Un apunte, todavía, sobre el “llevar la cruz”. En una familia obrera, el esfuerzo que se hace para trabajar, las desazones que pasan los unos por los otros para que todos vivan con dignidad, ¿no es dar la propia vida por amor? Ciertamente, no tiene nada de desprecio de la propia vida y mucho de amor a la vida de los demás. Esto, vivido en seguimiento de Jesús, queda reforzado por la misma esperanza que le mueve a Él.
  • Las dos parábolas con que Jesús ilustra estas enseñanzas (28-30 y 31-32) aconsejan tomar decisiones que no terminen en fracaso. Por eso insisten en la reflexión y el cálculo (28 y 31). ¿Qué es lo que tenemos que calcular? La carga que llevamos. Seguir a Jesús pide todas las fuerzas. No podemos pretender seguirlo cargados de “bienes”. Él va ligero de equipaje y seguirlo sólo es posible si vamos descargados: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! (Lc 18,24). No tengamos miedo, porque Dios puede hacer posible que nos descarguemos: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lc 18,27). Le tendremos que pedir que nos ayude.