He aquí unas claves de lectura del libro «El Verdadero Discípulo» de Antonio Chevrier (Lyon 1826-1879). Conviene recordar su título original: «El Sacerdote según el Evangelio o el Verdadero Discípulo de Nuestro Señor Jesucristo». Más que un libro para leer, es «un material», un camino a seguir por los discípulos misioneros, tras las huellas de quien dijo: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Chevrier elaboró este material, para explicarlo de viva voz y estimular a sus oyentes a «estudiar a Nuestro Señor Jesucristo», para conocerlo, amarlo, seguirlo más de cerca y darlo a conocer, como el único Maestro, Señor y Salvador.
El itinerario seguido por «el libro» es el camino del «Verbo encarnado», atestiguado por la fe apostólica. Enviado por el Padre en la carne, nació y vivió pobremente, se ofreció en amor y obediencia en la Pascua, para salvar al mundo y darnos su Espíritu. En la Eucaristía se hizo alimento para el camino y para que compartiésemos su gloria. Todo comienza en Dios y todo alcanza su plenitud en él. El comienzo del «libro» evoca el misterio de la Trinidad y concluye con esta promesa de Jesús: «Me seguiréis en mi gloria». El itinerario del Verbo encarnado, viniendo del Padre y volviendo al Padre en el Espíritu es el propio del verdadero discípulo y apóstol.
El material refleja al creyente seducido y atraído por la belleza de Jesucristo. «¡Oh Verbo! ¡Oh Cristo! ¡Qué hermoso eres! ¡Y qué grande!» Del conocimiento existencial de Jesucristo, Chevrier hizo su principal trabajo. «Conocer a Jesucristo es todo». Su conocimiento es el bien eminente (cf. Flp 3, 8), la vida eterna (cf. Jn 17, 3), «la verdadera felicidad». Darlo a conocer a los pobres, fue la pasión de Chevrier. La pobreza abrazada por Jesús mueve su admiración: ¡Oh pobreza, qué bella eres! Jesús, mi Señor, te halló tan bella, que te tomó por esposa cuando bajó del cielo…»
El seguimiento de Jesús es fruto de la gracia. «Fomentemos este atractivo, hagámoslo crecer por la plegaria, la oración, el estudio, para que se agrande y dé frutos».
Este camino del discípulo no se presenta como una simple imitación o seguimiento de Jesús como desde el exterior. Chevrier invita a conocer a Jesús en las Escrituras, para caminar en el Espíritu. Así recuerda a Pablo, como prototipo de discípulo para él: «Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu» (Gal 5, 25). Seguir no es copiar a Jesús, sino de avanzar fiel y creativamente en el Espíritu, de acuerdo con el don recibido en la comunión apostólica, al servicio de la evangelización de «los pobres, ignorantes y pecadores».
Al final de sus días, Chevrier pidió a los suyos que no hicieran las mismas cosas que él hizo ni como él las hizo. Era una invitación velada a conocer, amar, seguir más cerca y a dar a conocer en el Espíritu a Jesús a los pobres. Su «libro» se convierte en una invitación a elaborar nuestro propio «libro», a andar el camino, apoyados en Jesucristo y la Iglesia.
Antonio Bravo Tisner
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