Evangelio según Marcos (8,27-35)
En aquel tiempo, 27 Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
28 Ellos le contestaron:
–Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.
29 El les preguntó:
–Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Pedro le contestó:
–Tú eres el Mesías.
30 Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
31 Y empezó a instruirlos:
EL REINO DE DIOS ES LA TAREA DEL CREYENTE
“La fe que no tiene obras, por sí sola está muerta” (Sant 2,14-18). Además, para que esa fe no se vacíe de contenido y sea correctamente entendida, necesitamos responder con frecuencia la pregunta que Jesús hace a sus discípulos “¿quién decís que soy yo?” (Mc 8,27-35). Ni el mismo Jesús se libra de hacerse esa misma pregunta porque es vital y conecta con lo más profundo de la persona. Además, la respuesta no se puede hacer esperar porque en ella nos jugamos el sentido de la vida y la orientación que a ella queremos dar.
Necesitamos clarificar nuestra fe y la misión, igual que Jesús necesitó aclarar, poco a poco, su misión, así como tener que redefinirla constantemente. Son las crisis vitales a las que continuamente nos enfrentamos, máxime cuando nos parece que las cosas no van bien o no van como estaban previstas.
Lectura de algunas páginas del Antiguo Testamento
a partir del Magníficat de María
(Lc 1,46-55)
Para contemplar el amor de Dios a su Pueblo,