Evangelio según Marcos (10,2-16)
En aquel tiempo, 2 se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:
–¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?
3 Él les replicó:
–¿Qué os ha mandado Moisés?
4 Contestaron:
–Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.
5 Jesús les dijo:
LA DIGNIDAD DE CADA PERSONA
Creo que no puedo entender a aquellos que piensan y actúan con el convencimiento de que haya personas que puedan ser superiores en dignidad a otras por el color de la piel, cultura, religión, o que el hombre es superior a la mujer, pues desde la culminación de la creación del mundo (Gn 2,18-24) se subraya la igualdad y dignidad de ambos, “y vio Dios que era muy bueno” (Gn 1,31). Además, desde la muerte y resurrección de Jesús, no puede ser esto de otra manera, porque “por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos” (Hb 2,9-11). De aquí que, con el Salmo 127, hemos de pedir “que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida” para entender su proyecto sobre nosotros y poderlo poner en práctica en cada momento buscando el bien de toda persona.
Evangelio según Marcos (9,38-48)
En aquel tiempo, 38 dijo Juan a Jesús:
–Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
39 Jesús respondió:
–No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.
SI ME FALTA EL AMOR
Queridos todos los que seguís, domingo a domingo, este comentario: Seguro que habrán notado cómo, con relativa frecuencia, me sirvo de letras de cantos para dar título al texto comentado; o bien, utilizo frases de ellas para apoyar mi argumentación. Esto es así, por varios motivos. Entre ellos, porque me gusta la música, porque creo que a través de ella se dicen, se sienten y se viven infinidad de sensaciones, emociones y experiencias, además de que te invitan a la reflexión, a la oración y a la acción.
Pues bien, hoy me ocurre lo mismo, es otra letra de la canción “Si me falta el amor” que recoge el texto de 1ªCor 13 –Himno a la caridad-, la que puede apoyar la reflexión a la Palabra de Dios de este domingo y, quizás también, de los siguientes, porque las lecturas que escucharemos los domingos que nos quedan hasta el final del Ciclo Litúrgico B en el que nos encontramos, son concretas y exigentes, mostrando a un Jesús que en su caminar hacia Jerusalén, no para de instruir a sus discípulos y constantemente, se está revelando en lo que Él es y quiere de nosotros. Su pasión es el Reino de Dios: la acción y opción a favor de la vida para todo ser humano, venga de quien venga. Así, se aceptará a quien la defienda, o se recriminará a quien la desprecie y maltrate.
Evangelio según Marcos (9,30-37)
En aquel tiempo, 30 Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, 31 porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
–El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.
32 Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. 33 Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
–¿De qué discutíais por el camino?
LA BENDICIÓN DE DIOS PASA POR LA ENTREGA Y EL SERVICIO
Escribo estas letras para tu reflexión, y en el marco de la Jornada Mundial de las Migraciones, seguimos recibiendo en una continua oleada a personas que llegan a nuestras costas, pobres en busca de un futuro y de una vida mejor. Se juegan, literalmente, la vida por salir de la miseria y se dejan a expensas y en las manos de los que se aprovechan de esta situación.
Nuestro país, que ha vivido de la emigración, sabe mucho de esto, pero nunca hasta tal extremo, creo yo. Pero, me da la impresión de que estamos perdiendo sensibilidad ante estas situaciones y otras parecidas, llegando a verlas normales y, olvidando, en muchas ocasiones, que el ser cristiano nos exige estar al servicio de todos para llegar a ser los primeros (Mc 9,30-37). Además, se nos exige oponernos a todo tipo de acción que vaya contra la dignidad humana, echando en cara los pecados que se comenten (Sab 2,12.17-20) contra cualquier persona; y, también, acoger al que no cuenta, porque ello es acoger a Jesús y al mismo Dios.