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EL REINO DE DIOS ES LA TAREA DEL CREYENTE

“La fe que no tiene obras, por sí sola está muerta” (Sant 2,14-18). Además, para que esa fe no se vacíe de contenido y sea correctamente entendida, necesitamos responder con frecuencia la pregunta que Jesús hace a sus discípulos “¿quién decís que soy yo?” (Mc 8,27-35). Ni el mismo Jesús se libra de hacerse esa misma pregunta porque es vital y conecta con lo más profundo de la persona. Además, la respuesta no se puede hacer esperar porque en ella nos jugamos el sentido de la vida y la orientación que a ella queremos dar.

 

Necesitamos clarificar nuestra fe y la misión, igual que Jesús necesitó aclarar, poco a poco, su misión, así como tener que redefinirla constantemente. Son las crisis vitales a las que continuamente nos enfrentamos, máxime cuando nos parece que las cosas no van bien o no van como estaban previstas.

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Lectura de algunas páginas del Antiguo Testamento

a partir del Magníficat de María

(Lc 1,46-55)

Para contemplar el amor de Dios a su Pueblo,

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